Miércoles, 29 de enero, 2025

Más de la mitad del personal de fábrica que produce prendas para el sector de la moda son mujeres. Esto que significa que, cuando hablamos de proteger los derechos humanos en la industria textil y de la confección, debemos abordar además de forma específica los derechos de las mujeres. Muchos de los problemas que enfrentan quienes trabajan en la confección, como el bajo nivel de salarios y la precariedad del empleo, afectan desproporcionadamente a las mujeres.

La discriminación de género es muy común en el sector textil. Las mujeres sufren una persistente desigualdad salarial y ganan menos que los hombres por trabajos comparables. Además, sufren violencia de género y acoso de forma generalizada en el lugar de trabajo.

Empoderar a las trabajadoras es fundamental para la lucha contra la discriminación de género. Cuando los Estados y las empresas suprimen los derechos laborales, como el de sindicación, no solamente menoscaban los derechos de los trabajadores y trabajadoras, sino también frenan específicamente la capacidad de las mujeres de propugnar el cambio. El sector textil no reúne garantías suficientes en materia laboral, especialmente para las mujeres. Conferir más autoridad y mayores responsabilidades decisorias a las trabajadoras garantiza que cualquier medida nueva de salvaguardia que implanten las entidades empleadoras se concibe y aplica a partir de las experiencias vivenciales y auténticas de las personas a las que pretende proteger.

¿Quiénes son las personas que confeccionan la ropa de la industria de la moda?

El sector textil proporciona trabajo a unos 94 millones de personas en todo el mundo. Debido a los altos niveles de empleo informal que existen en esta industria, resulta difícil precisar la cantidad y la composición de género. No obstante, la Organización Internacional del Trabajo calcula que entre el 60% y el 80% de la fuerza laboral del sector textil son mujeres.

Asia concentra el mayor número de trabajadores y trabajadoras de la industria de la confección, que representan el 75% del total. Históricamente, China lleva mucho tiempo al frente de la producción textil, pero, aunque mantiene el liderazgo, en los últimos años se observa un crecimiento rápido del sector en varios países de Asia meridional.

La mayoría de quienes trabajan en la confección en los principales países proveedores —Bangladesh, India, Pakistán y Sri Lanka— son personas migrantes internas, sobre todo mujeres jóvenes. Muchas de estas últimas se trasladaron de las zonas rurales a la ciudad para encontrar empleo y, sin sus familias ni redes de apoyo, están aún más expuestas al abuso y la explotación.

Las personas con identidades múltiples e interseccionales en función del género, origen racial, casta, situación migratoria o creencia religiosa son objeto de discriminación combinada en el trabajo. Por ejemplo, no obtienen ascensos, no se tienen en cuenta sus opiniones, se infravalora su trabajo y a menudo sufren hostigamiento de carácter sexual cuando se pronuncian.

¿Por qué las mujeres constituyen la mayor parte de la fuerza laboral del sector textil?

Las mujeres constituyen la mayor parte de la fuerza laboral del sector textil porque, en muchos países de Asia meridional, este trabajo les permite incorporarse a la vida profesional sin trastocar las normas culturales y sociales.

Es algo que incentivan los gobiernos de muchas economías en desarrollo que tratan de aumentar su competitividad en el sector textil mundial ofreciendo mano de obra barata. Esta estrategia puede aplicarse con mayor facilidad mediante el aumento de la contratación de un personal femenino que es más vulnerable.

Los salarios mínimos bajos captan el interés de las marcas y empresas distribuidoras ricas y poderosas que atraen la inversión extranjera. Ahora bien, ese crecimiento económico, que beneficia desproporcionadamente a la población más pudiente y privilegiada, suele basarse en la explotación de una mano de obra mal remunerada que no puede acceder a algunos de los derechos humanos más básicos.

Las mujeres y las niñas constituyen la piedra angular de la fuerza de trabajo de la industria textil y, sin embargo, son las más afectadas por la disparidad de ingresos y las malas condiciones laborales, que apenas han mejorado en los últimos decenios. En la práctica, no suelen poder crear sindicatos ni afiliarse a ellos y, por tanto, carecen de plataformas para defenderse a sí mismas.

Quienes alaban la industria textil por el papel que desempeña en el crecimiento económico no pueden pasar por alto el hecho de que quienes están al timón —como las direcciones de las fábricas o las firmas de moda multinacionales— no cumplen con sus responsabilidades respecto a los trabajadores y trabajadoras, especialmente estas últimas.

¿Qué significa trabajar en la confección?

Los abusos contra los derechos humanos son práctica sistémica en el sector textil.

Los trabajadores y trabajadoras soportan salarios míseros, condiciones laborales peligrosas y contratos de trabajo precarios. Al carecer de un salario mínimo vital, no pueden acceder a cosas tan básicas como alimentos, atención médica, agua no contaminada, educación, alojamiento seguro y otros derechos económicos, sociales y culturales.

Sus intentos de autoorganizarse o abogar por mejores condiciones suelen ser combatidos por las entidades empleadoras e incluso los gobiernos. Esta supresión de la libertad de expresión y sindical crea un ambiente de temor e intimidación que afecta la capacidad de los trabajadores y trabajadoras de exigir justicia, rendición de cuentas y medidas de reparación.

¿En qué consiste la discriminación de género en el sector textil?

Los y las activistas de los derechos humanos y laborales han señalado la necesidad urgente de abordar la frecuente discriminación de género en la industria textil. Las trabajadoras reciben una remuneración mucho menor que la de los hombres y carecen de acceso a prestaciones por cuidado infantil o maternidad, entre otras.

Además, las mujeres están más expuestas a sufrir violencia de género y acoso en el trabajo; y esta situación se ve agravada por una cultura laboral que suele favorecer que los hombres ocupen los puestos de dirección, aunque las mujeres representen la mayor parte de la plantilla.

La investigación llevada a cabo en India y Bangladesh advierte que los gerentes y supervisores suelen intimidar, hostigar y sexualizar a las mujeres que trabajan para ellos. Las mujeres de comunidades marginadas, como las dalits de India, las tamiles de Sri Lanka y las cristianas de Pakistán, son especialmente vulnerables a ese tipo de abusos.

El hostigamiento y la violencia quedan impunes, lo que, a su vez, fomenta la espiral de abusos que sufren las trabajadoras y otras personas marginadas.

Hay leyes sobre la lucha contra la discriminación, pero el problema es que hay impunidad para quienes la ejercen y esas leyes no se aplican. En general, el acceso de las mujeres a la justicia es mínimo y, en el caso de las dalits, mínimo por partida doble. Si las mujeres denuncian los abusos —si, por ejemplo, acuden a una comisaría policial—, es probable que la policía abuse sexualmente de ellas de un modo u otro; por tanto, estos actos se denuncian muy, muy pocas veces. 

Meena Varma, Red Internacional de Solidaridad Dalit

¿Qué hay que cambiar para mejorar los derechos de las mujeres en la industria textil?

Las propias trabajadoras son quienes deben impulsar un enfoque de reforma del sector textil basado en derechos.

Es fundamental permitir el derecho de los trabajadores y trabajadoras de la confección a organizarse y sindicarse. Los sindicatos sirven de plataforma para que las trabajadoras, de forma colectiva, aborden las preocupaciones respecto a los abusos contra los derechos humanos, negocien con las entidades empleadoras y aboguen por mejores condiciones laborales.

Los gobiernos y las empresas tienen la responsabilidad de aplicar medidas que contrarresten la discriminación de género y la violencia de género en el lugar de trabajo y garanticen unas condiciones laborables justas a todas las personas que trabajan en la confección, incluido el derecho a la libertad de asociación. Para que rindan cuentas de esas obligaciones, debemos lograr una mayor sensibilización sobre los abusos contra los derechos humanos que sufren las mujeres en las fábricas textiles. Una medida puede ser, por ejemplo, llevar a cabo una revisión imparcial de las condiciones laborales. Al revelar la verdad, podemos pedir a quienes poseen las fábricas, a las entidades empleadoras y a los gobiernos que asuman sus responsabilidades en materia de derechos humanos y adopten medidas concretas para promover los derechos de las trabajadoras de la confección.