Lunes, 16 de septiembre, 2024
Agnès Callamard, secretaria general de Amnistía Internacional
Múltiples guerras, desigualdad extrema, un inminente colapso climático y nuevas tecnologías capaces de transformar nuestra existencia misma han llevado a la humanidad a una encrucijada. No nos queda tiempo para la complacencia o el derrotismo, sólo para asumir la responsabilidad compartida de salvar el mundo que le debemos a las futuras generaciones.
La inacción y los inadecuados esfuerzos que se han llevado a cabo para abordar estas amenazas nos han llevado a un mundo convulso, cuyas tensiones e incertidumbres están generando una ansiedad generalizada, que provoca en las personas más ira, desilusión y división.
¿Qué “mejor” momento que éste para celebrar la Cumbre del Futuro de la ONU? La Cumbre, que se celebra este mes, dice ser “una de esas oportunidades que se presentan una sola vez en cada generación […] para abordar la confianza dañada y demostrar que la cooperación internacional puede ser eficaz para alcanzar objetivos comunes y abordar las amenazas y las oportunidades emergentes”.
La última vez que la Humanidad se enfrentó a dificultades comparables, en la década de 1940, los líderes mundiales se reunieron para sentar las bases de un sistema que esperaban que protegiera a las generaciones futuras del odio, el miedo y la miseria. Entonces, la recién creada Asamblea General de la ONU adoptó los Convenios de Ginebra y la Convención sobre el Genocidio, así como la Declaración Universal de Derechos Humanos, una arquitectura global que, aunque imperfecta, consagró la protección universal de los derechos humanos.
Setenta y seis años después, nos enfrentamos a otro momento que se presenta una sola vez en una generación. Los líderes mundiales se reunirán de nuevo para diseñar un futuro aparentemente mejor. Pero el último borrador del Pacto que aprobarán en la Cumbre plantea serias dudas sobre su capacidad para cumplir esa promesa.
En primer lugar, muestra que, en la práctica, siguen siendo incapaces de responder a la catastrófica situación de millones de personas afectadas por los conflictos en Gaza, Myanmar, Sudán y Ucrania, o no están dispuestos a hacerlo. El borrador actual carece de compromisos para fortalecer la justicia internacional y de propuestas para abordar el uso del veto que con frecuencia paraliza al Consejo de Seguridad de la ONU.
Es cierto que el borrador incluye compromisos importantes y propuestas interesantes, como ampliar el Consejo de Seguridad para incluir un Estado africano como miembro permanente, reformar el sistema financiero mundial y reclamar nuevos indicadores para medir el progreso del desarrollo sostenible de una manera más integral que limitados parámetros como el PIB. También hace un esfuerzo concertado para reactivar el debilitado sistema multilateral, tan fundamental para la estabilidad global.
Personas de todas las edades se resisten a los ataques localizados y globalizados contra los derechos humanos. Ellas son nuestro principal recurso en la lucha para proteger y defender todos los derechos de todas las personas.
Sin embargo, no ofrece una visión integrada y convincente de nuestro futuro y, a menudo, reitera compromisos que los Estados han ignorado deliberadamente y violado una y otra vez. Por ejemplo, su modesto compromiso de “fortalecer los esfuerzos” para que se respeten las libertades fundamentales es casi ridículo, a la vista del grave estado en que se encuentran las protecciones de los derechos humanos en todo el mundo.
Si bien reitera la importancia de una acción rápida y eficaz para abordar el cambio climático, la degradación ambiental y la pérdida de biodiversidad, el Pacto no aborda varios obstáculos importantes para llevar esto a cabo. Además, aunque su borrador hace referencia a la decisión de la COP28 de emprender una “transición para dejar atrás los combustibles fósiles”, el actual Pacto es aún más débil que ese acuerdo, ya desvirtuado por una serie de cláusulas de exención. El Pacto debe ser un documento audaz y con visión de futuro, no un refrito de un acuerdo existente y ya debilitado.
En los últimos diez años, la ONU se ha esforzado en poner trabas para impedir la participación de la sociedad civil en los procedimientos de la organización. El borrador del Pacto no alterará este estado de cosas con su débil compromiso de mayor cooperación. Si su atención a las partes interesadas que presionan por una visión más audaz y soluciones más efectivas es mera palabrería, la ONU corre el riesgo de desperdiciar esta oportunidad histórica para enderezar el rumbo del mundo.
Al igual que muchas otras ONG, Amnistía Internacional ha encontrado obstáculos en su trabajo para hacer oír su voz en el período previo a la Cumbre. Si bien acogimos con satisfacción la oportunidad de presentar una serie de recomendaciones para que las personas ocupen un lugar central en el Pacto, lamentamos profundamente que muchas organizaciones de la sociedad civil consultadas sobre el borrador quedarán excluidas cuando los líderes mundiales negocien el acuerdo final.
Sin embargo, jamás dejaremos de luchar por un mundo mejor. Ante los desafíos a los que se enfrenta la Humanidad, impredecibles en la década de 1940, Amnistía Internacional ha establecido la Comisión 2048 para diseñar un sistema de gobernanza global del siglo XXI basado en los derechos humanos. Nuestra Comisión asesorará sobre la composición, la dotación de recursos y el funcionamiento de dicho sistema, garantizando que esté plenamente preparado para defender los derechos humanos universales en esta era de cambios rápidos e impredecibles.
Tanto nuestra membresía como los defensores y defensoras de los derechos humanos de todo el mundo sabemos que ha llegado el momento de actuar. Desde los Viernes por el Futuro y las niñas amazónicas que arriesgan sus vidas para defender la selva tropical, hasta quienes se resisten valientemente a la guerra de Irán contra las mujeres,pasando por los millones de personas que exigen el fin de la carnicería en Gaza, personas de todas las edades se resisten a los ataques localizados y globalizados contra los derechos humanos. Ellas son nuestro principal recurso en la lucha para proteger y defender todos los derechos de todas las personas.
Durante la Cumbre del Futuro, los Estados miembros deben mantener el compromiso que adquirieron con la Carta de las Naciones Unidas de rendir cuentas ante “los pueblos del mundo”, y comenzar a sentar las bases de un futuro sostenible y basado en los derechos humanos.