Viernes, 16 de noviembre, 2018
Huyendo el devastador conflicto de su país, este año han llegado a la isla 550 yemeníes. La mayoría lo han hecho con arreglo a un programa de entrada sin visado concebido en principio para atraer a más turistas. Llegadas sólo en búsqueda de seguridad, estas personas se han encontrado con que empezar una nueva vida en Corea es mucho más duro de lo que imaginaban
Ha llegado el otoño a la maravillosa isla de Jeju, popular destino de vacaciones de personas de todo el este de Asia. A la vez que la cosecha de sus famosas mandarinas llena los mercados callejeros, centenares de yemeníes que han llegado a Jeju este año están recibiendo la respuesta a sus solicitudes de reconocimiento de la condición de refugiado.
Huyendo el devastador conflicto de su país, este año han llegado a la isla 550 yemeníes. La mayoría lo han hecho con arreglo a un programa de entrada sin visado concebido en principio para atraer a más turistas. Llegadas sólo en búsqueda de seguridad, estas personas se han encontrado con que empezar una nueva vida en Corea es mucho más duro de lo que imaginaban.
Publicidad negativa
La comunidad de Jeju está acostumbrada a la gente extranjera que deambula por la isla, y hay también solicitantes de asilo de otros países, como China. Sin embargo, los centenares de yemeníes llegados en tan poco tiempo son una novedad.
Estas personas han venido al país con impactantes historias que contar, historias de las que un curioso medio de comunicación surcoreano no ha tardado en informar.
Una de esas personas es Albukhati (identificado sólo por su apellido), cofundador de una organización que ayudaba a mujeres de etnia yemení de Europa y Estados Unidos a quienes sus familias habían obligado a casarse en Yemen. Estos matrimonios forzados son un lucrativo negocio, en particular para los intermediarios que los conciertan.
Debido a su trabajo, Albukhati se buscó enemigos poderosos y se vio obligado a solicitar asilo fuera de Yemen. Llegó a Jeju en mayo de 2018, tras pasar tres años en Malasia.
Muchos otros yemeníes como Albukahti han concedido entrevistas a medios de comunicación coreanos, pero vieron que sus historias solían suscitar en la población local miedo a las personas refugiadas. Como algunos de los yemeníes llegados a Jeju son personas relativamente bien formadas y que podrían haber tenido buenas expectativas profesionales en su país antes que estallara el conflicto, a algunos coreanos que apenas habían tenido contacto con personas refugiadas anteriormente les costaba entender su sufrimiento y los toman por “farsantes”.
“No culpo a los coreanos por no recibir bien a los refugiados. La gente no tiene información suficiente sobre los yemeníes. Parecemos distintos, tenemos una religión distinta. No somos como los chinos; somos de un país muy lejano”, afirmó Albukahti.
La información tergiversada contribuyó a crear en Corea del Sur un clima en el que 700.000 personas firmaron una petición para exigir al gobierno que rechazara a los solicitantes de asilo y no los reconociera como refugiados. Al mismo tiempo, otras llevaron a la calle sentimientos igualmente xenófobos.
Confinados en la isla
El gobierno surcoreano respondió a la opinión pública. En junio sacó a Yemen de la lista de países que no necesitan visado en Jeju. También prohibió a quienes solicitaban el reconocimiento de la condición de refugiado en Jeju deslazarse a otras partes de Corea, medida que es contraria a la Convención de la ONU sobre el Estatuto de los Refugiados.
“Me sorprendió la decisión de que los yemeníes no pudiéramos viajar fuera de Jeju. El costo de la vida aquí es muy alto. Es un destino turístico y no hay gran variedad de trabajos”, explicó Kamran, quien no quiso se lo mencionara por su nombre real.
El hecho de que los yemeníes estén confinados en Jeju los hace aún más visibles como grupo, aunque no todos los lugareños se han mostrado hostiles. Al contrario. Como muchos yemeníes se habían quedado sin dinero y habían empezado a dormir en la calle, la sociedad civil, grupos religiosos y profesores expatriados se unieron para forma la Coalición Popular de Jeju por los Derechos de los Refugiados, que ofrece alimentos, refugio y clases de coreano a solicitantes de asilo.
Como los yemeníes tenían cada vez menos medios económicos para mantenerse, el gobierno hizo una excepción en la aplicación de la ley y permitió que los solicitantes de asilo buscaran trabajo antes del periodo mínimo de seis meses de residencia establecido. Lo hizo en parte para que pudieran sobrevivir sin depender de las limosnas, pero también porque, especialmente en el sector pesquero, había trabajos que los coreanos no querían hacer.
Pero como la mayoría de los recién llegados eran del norte de Yemen, donde trabajaban en granjas y vivían en la montaña, la pesca les era bastante ajena. “No saben pescar. No es fácil para ellos adaptarse. Aunque consigan el trabajo, no se quedan mucho tiempo, porque no es adecuado para ellos”, explicó Kamran.
Denegación de la condición de refugiado
De los 481 yemeníes que han solicitado el reconocimiento de la condición de refugiado este año 362 han conseguido permisos de “estancia humanitaria”. Alrededor de 80 más están todavía a la espera de los resultados de su solicitud, mientras que a más de 30 se la han rechazado.
Aunque les permite salir de Jeju para buscar trabajo en otras partes de Corea del Sur, el permiso de “estancia humanitaria” supone también que el gobierno no los ha aceptado como refugiados ni les ha reconocido los derechos enunciados en la Convención de 1951 sobre el Estatuto de los Refugiados, en la que Corea del Sur es parte.
La falta de reconocimiento de la condición de refugiado enfrenta a los yemeníes a varios problemas nuevos.
En primer lugar, el permiso de “estancia humanitaria” no autoriza a los yemeníes traer a sus familias a Corea del Sur. Siendo la población yemení de Jeju predominantemente masculina, las mujeres y los niños y niñas tendrán por ello que quedarse en Yemen, separadas de sus esposos y padres hasta que termine la guerra.
El permiso impide también a los yemeníes recibir educación superior. Debido a ello, quienes no hayan terminado sus estudios no podrán hacerlo, lo que supone un importante obstáculo para sus expectativas profesionales tanto en Corea del Sur como en Yemen cuando regresen allí.
Por último, el permiso de “estancia humanitaria” tiene que renovarse cada año hasta que termine la guerra en Yemen. Cuando llegue ese día, los permisos no se renovarán y los yemeníes tendrán que regresar a casa. Esta incertidumbre sobre cuándo les dirán que se vayan de Corea del Sur hace que muchos se encuentre en una situación precaria.
“No hay zonas seguras en Yemen de momento. El final de la guerra no significa necesariamente que sea seguro regresar. Puede haber todavía homicidios y asesinatos en la fase posterior al conflicto”, dijo Kamran.
Lecciones de la historia
Para los yemeníes, Jeju era una isla de esperanza y libertad. Aunque se enfrentaban a los prejuicios de ciertos sectores de la sociedad coreana, muchas personas los han acogido en Jeju como amigos.
“Algunos coreanos que he conocido firmaron la petición contra nosotros, pero dicen que lo hicieron porque no nos conocían lo suficiente. Tras conocernos y socializar con nosotros, se han dado cuenta de no somos como pensaban. Algunos incluso nos abrazan y se disculpan por haber firmado la petición”, añadió Albukahti.
La península de Corea es un lugar donde la guerra se ha cobrado vidas y destruido familias. Durante la guerra de Corea, muchos coreanos buscaron seguridad en otras partes del mundo. En palabras de Kamran, “parece que las personas mayores de Jeju comprenden nuestra situación mejor que los jóvenes.” Cree que el contacto con la comunidad local y su mayor comprensión es la clave de la integración de los yemeníes en la sociedad coreana.
A menudo, la historia se repite. Mientras los conflictos armados continúen destruyendo vidas, la gente de todo el mundo, incluidos los coreanos, debe aprender del pasado y recordar los cuidados y la ayuda que prestaron a sus compatriotas en los momentos de mayor necesidad.