Viernes, 05 de octubre, 2018
“La deplorable inacción de los gobiernos europeos a la hora de abrir rutas seguras y legales para las personas refugiadas que huyen de la guerra pone a las mujeres y niñas en riesgo de sufrir terribles abusos”, ha afirmado Kumi Naidoo, secretario general de Amnistía Internacional
Mujeres que huyen de guerras y conflictos se están uniendo para luchar contra los horrendos abusos, incluida la violencia sexual, y para reclamar una vida mejor en Europa, revela Amnistía Internacional en un nuevo informe que se publica hoy.
I want to decide my future: Uprooted women in Greece speak out revela las arriesgadas travesías que hacen mujeres y niñas y las terribles condiciones y peligros a los que han de enfrentarse cuando por fin llegan a las islas o al territorio continental de Grecia. También pone de relieve la tremenda resiliencia y la fuerza que estas mujeres han demostrado para superar la adversidad.
“La deplorable inacción de los gobiernos europeos a la hora de abrir rutas seguras y legales para las personas refugiadas que huyen de la guerra pone a las mujeres y niñas en riesgo de sufrir terribles abusos”, ha afirmado Kumi Naidoo, secretario general de Amnistía Internacional.
“Pero a pesar de las dificultades y contra viento y marea, estas mujeres encuentran fuerza para alzar la voz. Quienes ocupan posiciones de poder deben escuchar sus voces, atender a sus palabras y actuar en consecuencia. En estos tiempos de movimientos como #MeToo y #TimesUp, nos enorgullece apoyar a nuestras hermanas desarraigadas en Grecia para decirles que las vemos, las oímos, las creemos, y lucharemos con ellas.
Amnistía ha hablado con más de 100 mujeres y niñas que viven en campos de refugiados y otros alojamientos en Atenas y sus alrededores y en las islas griegas desde marzo de 2017. A partir de sus reflexiones, el informe que hoy se hace público presenta 10 peticiones claras para abordar las violaciones de derechos humanos que sufren las mujeres refugiadas.
Las mujeres que viajan a Europa corren un riesgo especial de acoso físico, verbal y sexual por parte de los traficantes de personas.
“Cuando los gobiernos europeos cerraron las puertas a las personas refugiadas, nosotras las mujeres quedamos más expuestas a los abusos de los traficantes”, dijo una refugiada afgana a Amnistía Internacional. “No puedes pedir ayuda a la policía ni a otras personas porque eres ‘ilegal’. Los traficantes se aprovechan de eso".
Incluso cuando llegan a las costas europeas, su suplicio no acaba. La mayoría de las personas refugiadas y migrantes que llegan a Grecia son ahora mujeres, niñas y niños: constituyen algo más del 60 por ciento de las personas que han llegado este año. Pero debido al acuerdo sobre migración alcanzado entre la Unión Europea (UE) y Turquía en marzo de 2016, las personas que llegan a las islas griegas se encuentran atrapadas en terribles condiciones en precarios campos de refugiados patrocinados por la UE.
El hacinamiento ha alcanzado un punto crítico, con más de 15.500 personas viviendo en cinco campos en las islas que fueron diseñados para albergar a unas 6.400 personas. Miles de personas, en muchos casos con necesidades específicas, como las que tienen una discapacidad y los bebés, duermen en tiendas de campaña alrededor de las zonas principales de los campos. La falta de saneamiento, el insuficiente suministro de agua potable para el consumo, las corrientes de aguas residuales y las plagas de ratones y ratas son habituales en todos los campos.
“Cada día es peor [...]. El campo está tan abarrotado”, dijo una mujer en el campo de Moria, en Lesbos, que actualmente multiplica por 2,5 su capacidad inicial de 3.100 personas.
Aunque todas las personas refugiadas y migrantes padecen las consecuencias de estas condiciones, las mujeres y niñas sufren consecuencias específicas. Varias mujeres embarazadas explicaron a Amnistía Internacional que tenían que dormir en el suelo y tenía muy escaso o ningún acceso a atención prenatal. El mes pasado, según informes, una mujer dio a luz a su bebé en una tienda de campaña en el campo de Moria sin apoyo médico alguno.
Debido a la falta de cerraduras en las puertas de los baños y a la deficiente iluminación, actividades cotidianas como ir a los sanitarios, ducharse y hasta el mero hecho de caminar por la noche se convierten en actos plagados de peligros para las mujeres y niñas.
Una mujer dijo a Amnistía Internacional en el campo de Vathy, en Samos: “La puerta de la ducha no tiene cerradura. Los hombres entran cuando estás dentro. No hay luces en los sanitarios. Si es de noche, a veces voy a los sanitarios con mi hermana, o bien orino en un balde”.
En la Grecia continental hay unas 45.500 personas refugiadas y migrantes viviendo en alojamientos temporales en zonas urbanas o en campos de refugiados.
Las condiciones en los campos del territorio continental siguen siendo deficientes, y este año la falta de alojamiento ha obligado a reabrir tres campos que habían sido cerrados por considerarse inhabitables, sin ninguna mejora sustancial de las condiciones.
Una mujer yazidí procedente de Irak y residente en en el campo de Skaramagas, situado cerca de Atenas, dijo a Amnistía Internacional: “Nos sentimos totalmente olvidadas. Algunas de nosotras llevamos dos años en el campo y nada ha cambiado [...]. Apenas puedo comunicar mis problemas porque nadie habla nuestra lengua”.
Tanto si viven en campos de refugiados como en pisos en zonas urbanas, la falta de información adecuada y de mujeres intérpretes son grandes obstáculos para acceder a servicios esenciales, como instalaciones de salud sexual y reproductiva o asistencia jurídica.
Sin embargo, pese a estos descomunales desafíos, las mujeres refugiadas en Grecia trabajan para transformar su situación. Las mujeres se unen para poner en marcha iniciativas que les permitan cambiar su vida, como espacios adecuados para mujeres en zonas urbanas donde mujeres y niñas se reúnen y pueden acceder a servicios, reconstruir redes de apoyo y adquirir conocimientos y aptitudes que necesitan para labrarse una vida mejor para ellas y sus familias.
“Unidas por crueles giros del destino, mujeres refugiadas que huyeron de lugares peligrosos en todo el planeta encuentran unas en otras valor, puntos en común y una notable resiliencia”, ha afirmado Kumi Naidoo.
“Estas hermanas lo están ‘haciendo por sí mismas’, pero cuando la situación en las islas ha llegado a un punto crítico, piden a las autoridades griegas que dejen de atrapar a las personas en las islas. Deben mejorarse las condiciones de recepción en el territorio continental, y los gobiernos europeos deben proporcionar con urgencia a las mujeres refugiadas el apoyo y la protección a los que tienen derecho y la bienvenida que merecen".