Miércoles, 14 de febrero, 2018
Fernandez, Jackeline
El mismo informe da cuenta de una realidad que es el primer fantasma a vencer: las jóvenes no denuncian el acoso sexual ya que la mayoría no identifica que es víctima de dicha forma de violencia. Por otro lado, dos realidades terminan por minar la poca intención de denunciar: la gran mayoría considera que su situación podría empeorar si se queja del comportamiento inadecuado de algún profesor, dado que las universidades tienden a proteger a sus académicos y se hacen de la vista gorda; y no existen instancias ni mecanismos adecuados que permitan a las estudiantes presentar la respectiva denuncia.
“Las mujeres sufren acoso regularmente, independientemente del aspecto que tengan, la ropa que lleven o su nivel educativo o entorno familiar. Hay leyes, pero no se aplican... Las mujeres no deben esperar a que alguien las proteja ni a que alguien se pronuncie por ellas. Si no pedimos justicia, si no pedimos que cambien las cosas, nadie dará el primer paso”. Sumaya Rahman Kanti, estudiante universitaria de Bangladesh.
La campaña #MeToo, impulsada por actrices de Hollywood, para visibilizar el acoso sexual en el ámbito laboral que han debido soportar y callar por muchos años, ha permitido poner en el tapete uno de los tipos de violencia contra la mujer más comunes y “normalizados”.
Los juegos de palabras, miradas lascivas, chistes soeces y hasta toqueteos “amigables” son considerados por muchas personas como parte del paquete que acompaña ciertos ambientes laborales y educativos. Especialmente en Latinoamérica, donde los llamados juegos de doble sentido obligan a muchas mujeres a aceptar insinuaciones y abusos, de los cuales, además, deben reírse.
Como en todo abuso, uno de los pasos primordiales es denunciar. Ahora bien, en los casos de acoso sexual un aspecto primordial es: ¿cómo identificar las señales de que se es víctima de acoso sexual? Y el siguiente elemento, menos fácil de asumir, es: ¿cómo denunciar una acción que los demás consideran normal - sobre todo cuando se trata de jóvenes-, sin sentir que estas sobreactuando?
El paso hacia la identificación del acoso
Debemos empezar por señalar que acoso sexual ha sido un término muy discutido, en virtud de las connotaciones culturales que acompañan las conductas que pueden ser consideradas como acoso sexual en algunos países. El aspecto subjetivo del concepto, es decir, la percepción del comportamiento ajeno, muchas veces dibuja una línea difusa entre los aceptable y lo inapropiado. Sin embargo, uno de los elementos que permite sin duda identificarlo es que se trata de un comportamiento no deseado. Aunado a este hecho, muchas legislaciones prefieren basar su reconocimiento en las consecuencias que tiene para la víctima: convierte su entorno en un ambiente hostil y degradante, violenta su dignidad, la hace sentir ofendida, temerosa y la somete a humillaciones.
La Organización Internacional del Trabajo (OIT) identifica algunos comportamientos que pueden enmarcarse dentro del concepto de acoso sexual: físicos, como acercamientos innecesarios o toqueteos; verbales, tales como llamadas a horas inapropiadas y uso de lenguaje sexual, insinuaciones, preguntas sobre la vida sexual de la mujer o chistes sobre ello; y no verbales, entre las cuales mencionan silbidos, gestos, jadeos, muestra de objetos sexuales o uso de objetos cotidianos como objetos sexuales y/o mostrar imágenes pornográficas.
El Comité para la Erradicación de toda forma de Violencia contra la Mujer (CEDAW) en su Recomendación General Nº 19, señala que el acoso sexual en el ámbito laboral, se entiende cómo: “El comportamiento de tono sexual tal como contactos físicos e insinuaciones, observaciones de tipo sexual, exhibición de pornografía y exigencias sexuales, verbales o de hecho. Este tipo de conducta puede ser humillante y puede constituir un problema de salud y de seguridad; es discriminatoria cuando la mujer tiene motivos suficientes para creer que su negativa podría causarle problemas en el trabajo, en la contratación o el ascenso inclusive, o cuando crea un medio de trabajo hostil”.
En atención a lo señalado, podemos resumir que el acoso sexual se manifiesta:
1. Como chantaje: cuando se condiciona a la víctima con la consecución de un beneficio −aumento de sueldo, aprobar una materia, mantener un puesto de trabajo− para que acceda a comportamientos de connotación sexual.
2. Como ambiente laboral/educativo hostil en el que la conducta da lugar a situaciones de intimidación o humillación de la víctima. Los comportamientos que se califican como acoso sexual pueden ser de naturaleza:
• Física: violencia física, tocamientos, acercamientos innecesarios.
• Verbal: comentarios y preguntas sobre el aspecto, el estilo de vida, la orientación sexual, llamadas de teléfono ofensivas.
• No verbal: silbidos, gestos de connotación sexual, presentación de objetos pornográficos.
El acoso sexual se fundamenta en las relaciones de poder, en la capacidad del victimario de erigirse como una amenaza. Sus consecuencias abarcan aspectos emocionales, psíquicos y físicos: estrés traumas emocionales, ansiedad, depresión, nerviosismo, baja autoestima, trastornos del sueño, dolores de cabeza, problemas gastrointestinales, hipertensión, etc. En algunos países está siendo analizado como un factor de riesgo ocupacional.
Acoso sexual en las universidades
En una universidad de Bolivia, un cartel situado en la Escuela de Sociología, llamado el Árbol del Acoso, reza: “En la Uagrm los docentes me acosan, los compañeros me culpan y la universidad los encubre”.
Los aspectos que señala ese cartel son algunos de los que imposibilitan visibilizar este delito en el ámbito universitario. Otro es la escasa o nula información estadística. Pero este es un fantasma al cual deben enfrentar día a día numerosas jóvenes, sin contar con apoyo alguno en sus respectivas casas de estudio. La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) presentó un informe denominado “Otras formas de violencia contra la mujer que reconocer, nombrar y visibilizar”, en el cual señala: “La información disponible en diversos países muestra que las instituciones de enseñanza universitaria puede ser un escenario hostil para las mujeres, donde hay un grado elevado de tolerancia a conductas que pueden caracterizarse como de acoso sexual tanto por parte de las propias víctimas como por parte del medio en el que se produce”.
El mismo informe da cuenta de una realidad que es el primer fantasma a vencer: las jóvenes no denuncian el acoso sexual ya que la mayoría no identifica que es víctima de dicha forma de violencia. Por otro lado, dos realidades terminan por minar la poca intención de denunciar: la gran mayoría considera que su situación podría empeorar si se queja del comportamiento inadecuado de algún profesor, dado que las universidades tienden a proteger a sus académicos y se hacen de la vista gorda; y no existen instancias ni mecanismos adecuados que permitan a las estudiantes presentar la respectiva denuncia.
La CEPAL indica que se han venido realizando estudios sobre la incidencia de acoso sexual en universidades de Colombia, Ecuador y Perú. Tales investigaciones revelaron que casi un 20% de los entrevistados reconocieron haber sido víctimas de acoso sexual (Ecuador), siendo el más común el tipo verbal. El 70% de los casos (en Colombia) ocurrió durante los primeros años de carrera, y en un 26,1% el victimario fue un profesor. Los estudiantes identificaron las siguientes conductas como acoso sexual:
- Comentarios relativos al cuerpo de un(a) estudiante dichos por un profesor(a) dentro del aula; comentarios por parte del docente acerca de la vida sexual de un(a) estudiante;
- Miradas del profesor(a) al cuerpo de un(a) estudiante; exhibición de objetos o dibujos sexualmente sugestivos por parte del profesor(a);
- Propuestas del profesor(a) para tener una cita romántica (salir) con un(a) estudiante;
- Caricias físicas del profesor(a) al estudiante;
- Llamadas telefónicas o cartas del docente que insinúen invitaciones amorosas o sexuales;
- Que el docente sujete, arrincone y obligue a tener contacto físico no deseado;
- Propuestas del profesor(a) para tener relaciones sexuales con un(a) estudiante;
- Utilización por parte del profesor(a) de chantajes (por ejemplo con notas) para obtener favores sexuales de un (a) estudiante.
En Perú, la percepción de que el acoso es responsabilidad del acosado alcanzó un 48,6%.
Los resultados presentados por la CEPAL deben fundamentar campañas desde las mismas universidades, que involucren al estudiantado, dirigidas a fomentar el reconocimiento de este tipo de conductas como un delito y habilitar espacios seguros para la denuncia y el apoyo emocional que requieren las víctimas. Ya se está haciendo en Bangladesh, donde una encuesta realizada por ONU Mujeres reveló que 765 estudiantes habían sido acosadas sexualmente en una universidad. Parte de la propuesta implementada con apoyo de esa agencia especializada, incluye involucrar a hombres y mujeres en la comprensión de este tipo de violencia, creación de comités de prevención de acoso sexual, habilitación de líneas telefónicas que brindan asesoría y permiten denunciar, así como involucrar a las autoridades universitarias en el diseño de estrategias fundamentadas en la transparencia y los presupuestos sensibles al género, para mejorar las condiciones de seguridad de sus casas de estudio.
“Como mujer estudiante, sé cómo sufren otras alumnas y conozco los tipos de barreras y obstáculos que deben superar. Yo también me he enfrentado a este acoso, y no quiero que ninguna otra compañera sufra lo que yo he sufrido”. Sumaya Rahman Kanti, estudiante universitaria de Bangladesh.
Foto: ShutterStock/ Antonio Guillem
Fuentes:
http://repositorio.cepal.org/bitstream/handle/11362/40754/4/S1601170_es.pdf