Miércoles, 29 de mayo, 2019

La policía “moral” iraní vigila a toda la población femenina: 40 millones, entre mujeres y niñas. Los agentes conducen por toda la ciudad, y tienen facultades para dar el alto a cualquier mujer y examinar su vestimenta, estudiando detenidamente cuántos mechones de cabello tiene a la vista, la longitud de sus pantalones y su abrigo y la cantidad de maquillaje que lleva.


Imagina que eres una mujer con una vida relativamente normal. Vas en metro o en autobús al trabajo o a la universidad. Quedas con tus amistades. Puedes tener un teléfono inteligente, y te gusta publicar selfis en las redes sociales. A veces, te permites el lujo de pasear por la playa y sentir la brisa del mar agitando tu cabello.

Ahora, imagina que antes de poner un pie en la calle para hacer cualquiera de estas cosas, tienes que pararte a comprobar si llevas el pelo debidamente cubierto con un pañuelo, y te has tapado bien brazos y piernas.

Puede que te parezca exagerado, pero de no hacerlo, las consecuencias podrían ser graves. Sabes que, en cuanto salgas de casa, personas que no conoces analizarán tu cuerpo y tu vestimenta. Encontrarás “controles de moralidad", en los que agentes estatales decidirán si cumples o no el estricto código indumentario que el Estado impone a la mujeres. Si “no pasas” la prueba, es posible que te detengan y, en algunos casos, te torturarán, te encarcelarán o te azotarán.

Por tanto, día tras día, antes de salir de casa, tienes que determinar el grado de peligro al que estás dispuesta a exponerte. ¿Vas a ejercer tu libertad de ponerte lo que quieras, o mejor no te arriesgas, para evitar detenciones, agresiones y la posibilidad de que no te permitan entrar en tu lugar de trabajo ni en la universidad?

No es una distopía

Puede sonar a relato distópico, pero no lo es. Es la realidad de millones de mujeres y niñas en Irán, donde el Estado ejerce un estricto control sobre el cuerpo de las mujeres.

De conformidad con las leyes sobre uso obligatorio del velo, las mujeres y las niñas —incluidas las de tan sólo siete años—, están obligadas, contra su voluntad, a cubrirse el pelo con un velo. Las que no lo hacen, son consideradas delincuentes por el Estado.

La policía “moral” iraní vigila a toda la población femenina: 40 millones, entre mujeres y niñas. Los agentes conducen por toda la ciudad, y tienen facultades para dar el alto a cualquier mujer y examinar su vestimenta, estudiando detenidamente cuántos mechones de cabello tiene a la vista, la longitud de sus pantalones y su abrigo y la cantidad de maquillaje que lleva.

El castigo por dejarse ver sin velo en público puede ser de detención, pena de prisión, multa o latigazos. Todo eso por el “delito” de ejercer su derecho a llevar puesto lo que quieran.

Incluso cuando una mujer lleva el cabello cubierto con un velo, puede considerarse que no cumple la legislación sobre la indumentaria si, por ejemplo, deja a la vista unos mechones de pelo o se estima que su ropa es demasiado colorida o demasiado ajustada. Son innumerables los casos de mujeres abofeteadas, golpeadas con palos e introducidas en furgones por la policía “moral” a causa de su vestimenta.

Sin embargo, el control del cuerpo de las mujeres no es prerrogativa exclusiva del Estado. La abusiva, discriminatoria y degradante legislación iraní sobre uso obligatorio del velo ha impulsado a matones y agentes parapoliciales a arrogarse la responsabilidad y el derecho de imponer los valores de la República Islámica, acosando y agrediendo a mujeres en público. Así, las mujeres y las niñas se topan a diario con desconocidos que las golpean y las rocían con gas pimienta, las llaman “putas” y las obligan a taparse por completo el cabello con el velo.

Un valiente movimiento en favor de los derechos a las mujeres

A lo largo de los últimos años, ha crecido cada vez más en Irán un movimiento de rechazo a las leyes del velo obligatorio, que ha llevado a mujeres y niñas a protagonizar valientes actos de desafío. Algunas aparecen en silencio en lugares públicos, agitando un asta con el velo atado a uno de sus extremos, mientras que otras comparten vídeos en los que aparecen caminando por la calle con el pelo al aire, un gesto que muchas personas daríamos por sentado.

A este movimiento se han unido, también, hombres y algunas mujeres que optan por llevar el hiyab. Se trata de un movimiento que defiende la libertad de elección, es decir, el derecho de las mujeres a decidir qué llevar sin temor a ser hostigadas, agredidas, amenazadas o encarceladas.

Para las autoridades iraníes, el vigor y la fuerza del movimiento es espeluznante, y han reaccionado con una siniestra campaña de represión. Desde enero de 2018, al menos 48 personas han sido detenidas por defender los derechos de las mujeres, entre ellas cuatro hombres. Algunas han sido torturadas y condenadas a penas de cárcel o azotes en juicios manifiestamente injustos.

Tratar como delincuentes a las mujeres y las niñas que se niegan a llevar el hiyab es una forma extrema de discriminación. Las leyes que imponen el uso obligatorio del velo violan todo un repertorio de derechos, entre ellos los derechos a la igualdad, a la intimidad y a la libertad de expresión y de creencias y, en última instancia, degradan a las mujeres y a las niñas, privándolas de sus derechos y su autoestima.

Personas detenidas por defender los derechos de las mujeres

Una de las muchas valientes que se han alzado para defender los derechos de las mujeres y oponerse a las leyes de uso obligatorio del velo es Nasrin Sotoudeh, destacada abogada de derechos humanos. En marzo de 2019, fue condenada a 38 años y 6 meses de cárcel y 148 latigazos, tras haber sido hallada culpable en dos juicios, ambos manifiestamente injustos. Algunos de los cargos que se le imputan, como el de “incitación a la corrupción y la prostitución”, derivan de su trabajo como abogada de mujeres detenidas por haber protestado contra las leyes del velo, y son también consecuencia de su propia oposición al velo obligatorio y del hecho de haber aparecido sin velo en la cárcel. Tendrá que cumplir 17 años de esta condena.

En abril de 2019, poco después de que Nasrin Sotoudeh hubiera sido condenada, fueron detenidas Yasaman Aryani,, Monireh Arabshahi (madre de la primera) y Mojgan Keshavarz por la publicación de un vídeo que se hizo viral el Día Internacional de la Mujer, en el que aparecían sin velo en el metro de Teherán, repartiendo flores entre las pasajeras. “Llegará el día en que las mujeres podamos dejar de luchar”, se oye decir a Monireh Arabshahi, mientras Yasaman Aryani entrega una flor a una mujer con hiyab, a la que expresa su deseo de que algún día puedan caminar juntas, “yo sin el hiyab y tú con él.” Según nuestras fuentes de información, por este vídeo Yasaman Aryani y Monireh Arabshahi se enfrentan a cargos como los de “difusión de propaganda contra el sistema” e “incitación a la corrupción y la prostitución”.

Vida Movahedi ha sido condenada a un año de cárcel por haber protestado pacíficamente contra la imposición del velo. Lleva detenida desde octubre de 2018 por un acto de protesta que llevó a cabo en solitario: apareció sin hiyab sobre una gran cúpula del centro de la plaza Enghelab (plaza de la Revolución) de Teherán, agitando globos de colores con ambas manos. Aunque fue una de las personas indultadas el pasado mes de febrero por el líder supremo de Irán, con motivo del 40º aniversario de la revolución de 1979, las autoridades penitenciarias se han negado a excarcelarla.

Por su parte, Reza Khandan, esposo de Nasrin Sotoudeh, fue detenido en septiembre de 2018, tras haber publicado en Facebook mensajes sobre las violaciones de derechos humanos que se cometen en Irán, incluido el enjuiciamiento de mujeres por protestar contra las leyes del velo. En enero de 2019, fue condenado a la cárcel, junto con Farhad Meysami, por haber defendido el movimiento proderechos de las mujeres contra el uso obligatorio del velo. Ambos fueron declarados culpables de “difusión de propaganda contra el sistema” y “reunión y colusión para cometer delitos contra la seguridad nacional”, por lo que fueron condenados a seis años de prisión.