Jueves, 07 de marzo, 2019
Evans Njoroge, estudiante keniano de la Universidad de Meru, iba a graduarse el año pasado. Era un joven brillante, apasionado por el activismo de derechos humanos. Hace un año, acudió a una protesta pacífica contra la subida de las tasas universitarias y se encontró con su brutal asesinato. Mientras sus hermanas Monicah y Miriam tratan de dar sentido a su pérdida, han encontrado una fuerza que no sabían que tenían...
Miriam y Monicah estaban en casa, en Nairobi (Kenia), cuando supieron que un policía había matado a su hermano, Evans Njoroge. Evans había participado en una manifestación frente a la Universidad de Meru para protestar pacíficamente por la subida de las tasas.
“Mientras mi hermano se manifestaba, un policía lo llevó a un jardín apartado”, dice Monicah, de 30 años.
“Según testigos, le puso una pistola en la parte de atrás de la cabeza, le dijo que se arrodillara y apretó el gatillo”.
Cuando Monicah cuenta lo que le pasó a su hermano, se le quiebra la voz y se le llenan los ojos de lágrimas. Tiene el dolor grabado en la cara, pero como primogénita de la familia Njoroge, está decidida a decir lo que tiene que decir.
“Al policía no le importó”, dice. “Fue muy injusto y muy triste”.
Tras recibir la devastadora noticia, Monicah y su hermana pequeña Miriam, de 28 años, hicieron el viaje de cinco horas hasta Meru. Querían respuestas, pero cuando llegaron a la comisaría de policía, se encontraron con el silencio.
“Cuando pregunté qué le había pasado a mi hermano, el personal de la comisaría se negó a decirme si había sido un policía quien le había disparado. Parecía [que había] un gran encubrimiento”, dice Monicah. “Evans luchaba por sus derechos y por los de otros estudiantes, y aun así le dispararon. Su único delito fue alzar la voz”.
Emociones encontradas
El año pasado ha sido el año más duro de su vida para Monicah y Miriam, mientras hacen lo que pueden para asumir lo que ha pasado. Está siendo un viaje difícil.
“Rezo un centenar de veces al día. A veces creo que con el paso del tiempo mejorará, pero cuanto más pienso en ello, peor es”, dice Miriam, que ha tenido dificultades hasta ahora para hablar de Evans.
“Es una pesadilla de la que quiero despertarme”, dice Monicah. “Luego me doy cuenta de que pasó de verdad. No puedo llamar por teléfono a Evans, no puedo hablar con él”.
Pese a su desgarradora situación, Monicah y Miriam están decididas a asegurarse de que prevalece la justicia. Ninguna de las dos se había considerado nunca una activista de derechos humanos, pero ambas han encontrado ahora una fuerza —y un deseo de alzar la voz— que no sabían que tenían.
“Evans quería cambios, pero para los demás. Era un joven valiente y desinteresado que hizo frente a las amenazas y trató de impulsar la justicia”, dice Miriam.
Inspiradas por su hermano, Monicah y Miriam han empezado a contar su historia en las redes sociales, así como en reuniones globales como la Cumbre de la Juventud de Amnistía Internacional, dando a conocer la brutalidad policial en Kenia.
La brutalidad policial es un problema que abunda en todo el país. El uso por la policía de fuerza excesiva o desproporcionada viola el derecho internacional y las leyes kenianas, y aun así sigue ocurriendo.
Según un informe de Amnistía Internacional y Human Rights Watch, la policía keniana mató al menos a 33 personas, posiblemente hasta 50, e hirió a varios centenares más en varias zonas de Nairobi durante las elecciones de agosto de 2017. Muchas de ellas eran manifestantes.
“Nos llega a menudo la noticia de que han matado a tiros a alguien, pero la mayoría de las veces no imaginas que podría ser alguien a quien conoces, mucho menos un ser querido”, dice Miriam. “Hemos creado la página de Facebook Justice for Evans, y estamos subiendo publicaciones y vídeos. No sólo buscamos justicia para Evans, sino que buscamos justicia para todos y todas las estudiantes que quieran protestar”.
Un aviso
Monicah y Miriam están decididas a mantener viva la historia de su hermano: saben que eso es lo que él habría querido.
“A través de nuestras actividades estamos animando a otras personas a alzar la voz”, dice Miriam. “Evans era muy valiente. Tenía sólo 22 años, y si esto le hubiera pasado a otro estudiante, no se habría quedado callado. Estamos haciendo esto para que el mundo sepa lo que está pasando en nuestro país. No queremos que siga pasando”.
Monicah dice que ahora le preocupa la seguridad de su hijo de corta edad y que la muerte de Evans ha sido un aviso que ha demostrado que las violaciones de derechos humanos le pueden pasar a cualquiera.
“Nunca pensé que estaría hablando de la brutalidad policial y defendiendo los derechos humanos”, dice. “Nunca sabes por lo que está pasando alguien hasta que te pasa a ti. La brutalidad policial no empezó con Evans y no va a parar. Por eso tenemos que alzar la voz”.
Amnistía Internacional Kenia fue una de las primeras organizaciones que contactaron con Monicah y Miriam y ofrecieron apoyo en un momento en el que las hermanas no sabían a quién recurrir. Mediante grupos de apoyo y asistencia psicológica, han empezado a asumir lo que ha pasado.
“Ni siquiera tuvimos que llamar a Amnistía, ellos contactaron con nosotras y están allí para nosotras”, dice Monicah. “Tenemos reuniones semanales con Amnistía y nos están ayudando a buscar justicia. Eso nos da valor y fuerza. Evans era valiente, desinteresado y directo.
Murió haciendo lo que su corazón le decía que tenía que hacer. Quiero que sea recordado como alguien que se alzó por la verdad, la justicia y por otras personas”.
“Evans se enfrentó a amenazas y aun así trató de impulsar la justicia y los derechos de otros estudiantes”, coincide Miriam. “Nosotras queremos hacer lo mismo”.
Se han formulado cargos de asesinato contra el agente de policía que presuntamente mató a Evans. El juicio se reanudará el 5 de marzo de 2019: seis días después del primer aniversario del asesinato de Evans.