Viernes, 28 de diciembre, 2018
El Grupo de Estudiantes del Colegio Amigo de los Derechos Humanos es “un espacio seguro” en el que el alumnado puede hablar libremente de cualquier cosa, incluso de “temas que pueden considerarse tabú en otros entornos escolares”. Gracias al grupo, saben que no están solos en los problemas que enfrentan y, al mismo tiempo, adquieren herramientas para iniciar un cambio en sus comunidades
La academia Warwick fue el primer colegio establecido en Bermudas, en 1662. Fue, 300 años más tarde, el primer colegio tradicionalmente blanco del país en llevar a cabo integración, casi un decenio antes de la ilegalización —mediante la Ley de Educación de Bermudas de 1971— de las admisiones basadas en la raza en todos los colegios del país. En 2011, volvió a ser pionero: fue el primer colegio amigo de los derechos humanos en Bermudas. Unos años después, estudiantes y docentes de la academia Warwick cuentan su historia.
“Todo comenzó en 2011 —afirma Françoise Wolffe, coordinadora de derechos humanos en la academia Warwick—, una de mis colegas se acercó y me dijo que le gustaría que Amnistía Internacional fuera la ONG con la que trabajaran sus estudiantes.” Esto llevó a ambas profesoras a organizar diversas actividades relacionadas con los derechos humanos con un grupo de 75 alumnas y alumnos de 12 años, que se centró en respaldar la Red de Acción Urgente para Jóvenes de Amnistía Internacional. Ese mismo año, cuando Wolffe fue nombrada presidenta de Amnistía Internacional Bermudas, conoció el Proyecto Colegios Amigos de los Derechos Humanos y lo incorporó a la academia.
Desde entonces se han producido cambios visibles en todo el colegio. “Los derechos humanos se convirtieron en un tema de conversación en el centro— sostiene Wolffe—, los profesores y profesoras empezaron a acercarse a mí para hablar de situaciones sobre las que habían leído en las […] noticias o para compartir motivos de preocupación.” La ex dirigente estudiantil Courtney Clay recalca que “las reuniones escolares se convirtieron en el lugar donde podíamos hablar sobre inquietudes relacionadas con los derechos humanos” y éstas llegaban a toda la comunidad escolar. “Queríamos modernizar nuestra institución —explica Clay— para sensibilizar sobre los derechos humanos” centrándonos en “la discriminación y el acoso escolar”.
Una encuesta para tomar la temperatura en derechos humanos les llevó a empezar a trabajar en su “ámbito de relaciones” para abordar la discriminación. Como señala Wolffe, aunque la academia Warwick fue la primera en integrar, algunos alumnos y alumnas no blancos siguen creyendo que “no pertenecen a nuestra comunidad escolar”. “El año 1971 es historia reciente, lo que significa que algunos de nuestros progenitores pasaron por un sistema de educación segregada”, añadeWolffe. Gracias a este proyecto, las y los estudiantes tomaron conciencia del lenguaje que empleaban y de los comentarios discriminatorios que realizaban o escuchaban.
Estos primeros pasos se tradujeron en un gran cambio. El alumnado elaboró una política contra la discriminación, una política de derechos humanos para el colegio, y logró que se eliminará del manual escolar una anticuada cláusula sobre el castigo corporal. Más recientemente, un grupo formuló una propuesta para un proyecto de inclusión que se implementó en otoño de 2018.
Una iniciativa que destaca Wolffe es la creación del cargo de dirigente estudiantil de derechos humanos. La academia Warwick cambió hace unos años los papeles clásicos de “delegado / delegada de la escuela” por distintos papeles de liderazgo, incluidos los de dirigentes estudiantiles de derechos humanos. Alumnos y alumnas de los últimos cursos se postulan por escrito, algunos son elegidos para continuar con el proceso y luego son entrevistados por miembros de la administración. Esta iniciativa permite a estos estudiantes asumir responsabilidades y actuar como dirigentes, y también les permite hablar con la administración y el profesorado sobre los cambios necesarios para el colegio.
De lo que está más orgullosa Wolffe, como coordinadora es de ser testigo del “efecto transformador que nuestro trabajo ha tenido en muchas de nuestros miembros de sexo femenino, que, al implicarse en el proyecto, experimentan una sensación de empoderamiento y se convierten en lideresas con naturalidad”. Los y las dirigentes asisten a las sesiones semanales de tutoría para aprender cómo facilitar debates y actividades sobre derechos humanos para el resto del alumnado; aprenden a abordar temas controvertidos, utilizan técnicas participativas y fomentan la libertad de expresión en el cuerpo estudiantil.
Actualmente, el Grupo de Estudiantes del Colegio Amigo de los Derechos Humanos es “un espacio seguro” en el que el alumnado puede hablar libremente de cualquier cosa, incluso de “temas que pueden considerarse tabú en otros entornos escolares”. Gracias al grupo, saben que no están solos en los problemas que enfrentan y, al mismo tiempo, adquieren herramientas para iniciar un cambio en sus comunidades.
El 10 de diciembre, Día de los Derechos Humanos, el proyecto Colegios Amigos de los Derechos Humanos celebró su quinto aniversario en la academia Warwick. Lo celebraron con canciones, bailes y poesías que hacían hincapié en logros de derechos humanos y rendían homenaje a defensores y defensoras en todo el mundo. La celebración continuó durante toda la semana, con una exposición de carteles de derechos humanos, la inauguración de una sección de libros de derechos humanos y, por último, un fin de semana de películas relacionadas con los derechos humanos en toda la comunidad.
¿Y qué espera conseguir el colegio durante los próximos cinco años? Wolffe destaca el hecho de alcanzar “una etapa en la que ellos [los y las estudiantes] se sientan suficientemente seguros en el espacio que hemos creado para salir de su zona de confort”. Quiere que la comunidad escolar aborde “el elefante en la sala” y debata sobre temas como la discriminación y “los prejuicios percibidos y reales en el entorno escolar” y el más amplio “racismo institucional en Bermudas”.
El año que viene, también lanzarán un periódico de derechos humanos. Estará liderado por un grupo de estudiantes que siente pasión por el periodismo, y Wolffeespera que sea una “excelente herramienta educativa que enseñe al alumnado multitud de valiosas aptitudes”.
La experiencia de un colegio amigo de los derechos humanos deja una huella que perdura en el alumnado incluso después de graduarse. Théo Wolffe señala que la experiencia “conformó y cambió no sólo mi manera de pensar sino también de actuar en mi vida cotidiana”. “A través de las actividades, seminarios y lecturas promovidos por la iniciativa Colegios Amigos de los Derechos Humanos, creo que estas cuestiones de gran alcance relativas a derechos humanos se ponen encima de la mesa para la juventud que, en última instancia, trata de conseguir el cambio”, afirma.
En su discurso de graduación en el colegio, Brittany Siddle dijo: “Ponerse del lado de quienes no pueden defenderse y alzar mi voz un poco más alto en favor de las personas silenciadas siempre ha sido algo que no he dudado en hacer”. Añadió que “no siempre es una lucha fácil, pero definitivamente vale la pena” y animó a sus compañeros y compañeras estudiantes a continuar con el trabajo de derechos humanos: “Nosotros simplemente plantamos la semilla, pero ahora les toca a ustedes hacer el resto. Utilicen su propia voz, empoderen a otras personas y nunca tengan miedo de ser como son. […]. La aventura continúa”.