Jueves, 13 de diciembre, 2018

Estudiantes de Moldavia vigilan la situación de los derechos humanos en sus colegios para aprender más sobre sus derechos y ayudar a que sus centros educativos se conviertan en amigos de los derechos humanos


Niñas y niños de toda Moldavia están aprendiendo sobre los derechos humanos y sobre cómo éstos afectan a sus vidas cotidianas gracias al Torneo Nacional de Derechos Humanos, una iniciativa creativa que les permite explorar sus derechos y, posteriormente, compartir sus ideas sobre cómo pueden hacerlo mejor los garantes de derechos.

El objetivo de este torneo —organizado por Amnistía Internacional Moldavia y el Centro de Información sobre los Derechos de la Infancia— es implicar a los niños y niñas en los derechos humanos, enseñándoles cosas tanto sobre sus derechos como sobre el modo de evaluar en qué medida se respetan en sus colegios y en toda su comunidad. Enseñar a los miembros de la comunidad escolar cómo reivindicar sus derechos forma parte del enfoque de los Colegios amigos de los derechos humanos.

Cada año, en verano, Amnistía Internacional Moldavia ofrece cursos de formación a niñas y niños para que aprendan sobre los derechos de la infancia y sobre cómo participar en la vigilancia de los derechos humanos y en la elaboración de informes en esta materia. Grupos conformados por alrededor de 10 estudiantes eligen un derecho concreto para estudiarlo y hacer su seguimiento a lo largo del curso escolar. Durante los meses siguientes, el alumnado aprende más sobre los derechos humanos tanto en las lecciones de educación cívica como en los cursos optativos de Educación en Derechos Humanos (EDH). Asimismo, evalúan la aplicación del derecho que han elegido, a través de los indicadores basados en derechos que hayan desarrollado, recopilando datos de diversas fuentes adecuadas, compilando toda la información y, finalmente, presentando un informe ante los pertinentes garantes de derechos. Por último, en mayo, niñas y niños de todo el país se reúnen en Chisinau para el torneo, comúnmente conocido como las Olimpiadas de Educación Cívica y Educación en Derechos Humanos.

El torneo tiene dos fases, una regional y otra nacional. No hay limite de grupos a nivel regional, puede participar cualquier grupo de cualquier colegio. Los respectivos departamentos educativos regionales eligen los mejores informes, que pasan a la siguiente fase. Los grupos se dividen en dos niveles: Gimnasio (de 12 a 15 años) y Liceo (de 16 a 18 años). Hasta 20 equipos de cada nivel llegan a la fase nacional.

Un jurado compuesto por miembros de la sociedad civil, representantes del Ministerio de Educación y de la Universidad decide quién gana sobre la base de diversos criterios: el desarrollo de los indicadores para la vigilancia de derechos, el grupo objetivo afectado por el derecho, la adecuada identificación de la legislación nacional y el derecho internacional que protegen ese derecho específico y de los pertinentes garantes de derechos implicados, así como la redacción de las recomendaciones dirigidas a dichos garantes.

El Torneo Nacional de Derechos Humanos, que se celebró por primera vez en 2013, ha ayudado a estudiantes de todo el país a resolver varios problemas y mejorar su vida escolar. El grupo que ganó en 2017, un grupo de Amnistía Internacional de Sircova, realizó el seguimiento de la seguridad vial frente a sus colegios. Notificaron al garante de derechos, la Dirección de la Policía Regional, que no había paso de cebra, semáforo ni una señal que indicara la cercanía de un colegio. Tras recibir el informe, la policía procedió a instalar las señales de tráfico necesarias.

El grupo ganador de este año, de la ciudad de Bălți, evaluó su derecho a la salud y al saneamiento. Las y los estudiantes [*si son las de la foto, son «las estudiantes»] se centraron en la calidad de los alimentos ofrecidos a los niños y niñas en el colegio, y también en comprobar si el alumnado estaba bien informado sobre la alimentación saludable. Su informe mostró que el 44% de los niños y niñas consumían comida basura y desconocían los riesgos que ello entraña. Recomendaron a la administración del colegio que proporcionara al alumnado más información sobre una dieta saludable, y que garantizara también que los alimentos ofrecidos en el comedor fueran saludables. La administración del centro reaccionó contratando a un auxiliar médico para supervisar los alimentos ofrecidos. En todo el colegio se colocaron carteles sobre cómo comer sano y sobre los riesgos de la comida basura.

Diana Galanton, profesora de EDH en Bălți, sostiene que, gracias a la educación en derechos humanos, las niñas y niños no serán “estudiantes pasivos”, sino “ciudadanas y ciudadanos activos que defienden sus derechos y los de los demás”. Añade que el torneo “implica participación, lo que significa estudiantes activos y, en última instancia, futuros defensores y defensoras de los derechos humanos”.

Otros docentes y estudiantes están de acuerdo en el papel que el torneo juega en su vida escolar. La estudiante Nicoleta Oloinic cree que el torneo es “nuestro instrumento para lograr cambios, tanto en nuestra comunidad como en nosotros mismos”. Señala que, gracias a esta iniciativa, “conseguimos cambiar las actitudes de los garantes de derechos hacia nosotros”. También se siente cambiada. “He adquirido aptitudes de comunicación e investigación, así como confianza en mí misma.” Es un sentimiento que comparte su compañera Svetlana Busuoic, que dice que se siente “más segura al actuar, porque sé lo que es correcto y lo que no”.Busuoic elogia el torneo porque, gracias a él, “hemos hecho que la administración del colegio escuche lo que tenemos que decir sobre problemas que tienen solución”.

Otra alumna, Maria Piciriga, cree que estudiar los derechos humanos contribuye a “moldearnos a nosotros mismos y adquirir más confianza”. Piciriga describe cómo aprender sobre los derechos humanos la ha ayudado a actuar y dar el paso para defender a compañeros estudiantes con discapacidad mental cuando estaban sufriendo acoso: “No podía ignorarlo. Organicé una sesión informativa con estudiantes, incluidos los que hacían bromas, y les hablé sobre la igualdad de derechos.” Dice que, tras el torneo, “not[ó] algunos cambios en el entorno escolar”. Ahora, cuenta que “el ambiente es más seguro para todos y el alumnado tiene más confianza para decir lo que piensa”.

Natalia Cebotari, profesora de EDH, afirma que el torneo “es una ocasión para que los niños y niñas se impliquen en actividades sociales”, y añade que les permite “sentir los derechos humanos, desarrollar relaciones interpersonales positivas con distintos actores, como sus compañeros y compañeras de otras comunidades o con los garantes de derechos”. En particular, recalca que los y las estudiantes “aprenden que, para provocar un cambio, hay que implicarse y actuar”.