Martes, 20 de marzo, 2018
En 2017, Amnistía Internacional entrevistó a 113 personas procedentes de esos tres países de Centroamérica para elaborar un informe publicado a mediados de 2017. Un 86% de las personas entrevistadas señalaron que las razones principales que las llevaron a emigrar fueron graves amenazas contra su vida, agresiones directas o extorsiones mediante el “impuesto de guerra” por parte de las maras en su país de origen
México vivió tiempos muy duros hace tres meses, cuando se vio sacudido por un terremoto que, además de ser el segundo en un mes, fue el más letal que el país ha debido afrontar en 30 años. Los terremotos de septiembre de 2017 dejaron cientos de personas muertas y causaron graves daños en las comunidades más cercanas a los epicentros. Durante ese mes, la población mexicana salió a ayudar a sus compatriotas, orgullosa de su lado más humano, e incluso cosechó reconocimiento internacional por el altruismo y las acciones heroicas de sus civiles.
Al recordar esos días, no se nos puede olvidar que también hubo otros héroes en esa historia: la llamada “brigada migrante”, formada por personas procedentes de Centroamérica que se alojaban en el albergue Hermanos en el Camino de Oaxaca, en el sur de México, y que, tras vivir el día 7 de septiembre el primer terremoto desde el propio el epicentro, se organizaron y abandonaron la seguridad del albergue para ayudar a la población de la localidad de Ixtepec. El 19 de septiembre, cuando el segundo terremoto devastó el centro del país, interrumpieron su viaje hacia el norte y se quedaron a ayudar como podían. Algunas de esas personas afrontaban los grandes peligros de emigrar en busca de nuevas oportunidades en Estados Unidos o México, pero muchas otras habían abandonado sus hogares porque sus vidas corrían peligro si se quedaban, dada la violencia generalizada en sus países. Más allá de los motivos que las habían llevado a México, y a pesar de que ser detenidas y deportadas podía poner en peligro sus vidas, dieron un paso adelante y salieron a ayudar a mexicanos y mexicanas en apuros.
Esos centroamericanos salieron en las noticias, se grabaron videos sobre ellos y los medios de comunicación nacionales los entrevistaron. Les sacaron fotos y los recibieron con gratitud en todo el país.
Varias semanas después, fui a buscarlos a un albergue de Ciudad de México, donde se alojaban algunos de ellos, y logré hablar con varios miembros de la brigada. *Carlos, un joven de Guatemala, me contó que había vivido en Los Ángeles durante dos años y que lo habían deportado hacía seis. Ahora había vuelto a desplazarse, pero esta vez quería quedarse en México.
Cuando le pregunté por el terremoto, me contó que en su país había pertenecido a un equipo de rescate y que eso lo motivó para salir y ayudar. Mencionó que no temía que lo deportaran, porque no estaba haciendo nada malo: estaba ayudando. “Yo creo que los mexicanos ahí se dieron cuenta que tenemos un buen corazón. No venimos aquí a asaltar ni a violentar a nadie […]. Todos por ser seres humanos tenemos que ayudarnos entre sí.” Carlos mencionó también que cuando la brigada se topó con las autoridades migratorias y éstas se enteraron de que iban a ayudar, los dejaron pasar.
¿Pero qué sucede cuando la población centroamericana debe afrontar catástrofes o situaciones potencialmente letales? ¿Cómo reacciona México ante la crisis que padece desde hace años la población de Honduras, El Salvador y Guatemala? Adivina... No reacciona bien.
En los últimos años, muchas personas indocumentadas que han cruzado específicamente a México desde esos tres países abandonaron sus hogares no en busca del “sueño americano”, sino en busca de protección frente a bandas brutales denominadas maras y frente a la violencia que a diario pone en peligro sus vidas. En 2017, Amnistía Internacional entrevistó a 113 personas procedentes de esos tres países de Centroamérica para elaborar un informe publicado a mediados de 2017. Un 86% de las personas entrevistadas señalaron que las razones principales que las llevaron a emigrar fueron graves amenazas contra su vida, agresiones directas o extorsiones mediante el “impuesto de guerra” por parte de las maras en su país de origen.
Una de esas personas era un hondureño de 23 años que había abandonado su país cinco años antes: la mara lo buscaba por haber huido de una banda que lo había reclutado a la fuerza a los 13 años de edad. “Yo he sido deportado 27 veces. A los agentes del INM no les importa por qué sales de tu país. Se burlan de ti.”
Pese a que hay pruebas claras de que las personas migrantes centroamericanas corren peligro, las autoridades mexicanas no solo las maltratan, sino que incumplen la legislación, que establece que tienen la obligación de brindarles protección y de orientarlas sobre el lugar indicado para que puedan solicitar asilo. En lugar de eso, Amnistía Internacional ha documentado que muchas veces las autoridades mexicanas devuelven a situaciones de peligro a personas que buscan protección.
Y las autoridades no son las únicas que no escuchan: la población mexicana tampoco está dispuesta a defender a esas personas migrantes. Dos meses después del terremoto, expliqué la situación de las personas que huyen de Centroamérica a varios grupos en Ciudad de México. Pregunté a los y las asistentes si exigirían a las autoridades que respetaran el derecho de las personas centroamericanas a pedir protección. Incluso en los casos en los que la mayoría de los presentes decían que tal vez lo hicieran, todos dudaban. Cuestionaban su propia seguridad en relación con las personas recién llegadas y también planteaban ciertas dudas sobre ayudar a extranjeros antes que a personas de su mismo país.
Parecían haber olvidado; parecían no haber prestado atención al hecho de que esas personas tenaces procedentes de Centroamérica, que habían afrontado riesgos y amenazas inimaginables antes del terremoto, habían auxiliado a la población mexicana cuando más lo necesitaba. ¿Qué impide a México dar un paso adelante y, por lo menos, cumplir la ley para permitir que personas procedentes de Honduras, Guatemala y El Salvador tengan la opción de vivir?
México no debe olvidar que, cuando los necesitó, los centroamericanos no pensaron dos veces en su vida y su seguridad propias y salieron a ayudar. La población mexicana aceptó con gusto esa ayuda, y ahora México debe estar dispuesto a devolverla.
Brigadistas Centroamericanos
https://www.sdpnoticias.com/
Migrantes al rescate (habla sobre “el sueño americano”
http://www.jornada.com.mx/
Unos 300 centroamericanos llegan a Oaxaca para apoyar a mexicanos
http://www.jornada.unam.mx/
Migrantes centroamericanos apoyan a damnificados del sismo en Oaxaca