Jueves, 18 de noviembre, 2021
Damiano, Daniela
Cualquier historia que hable del estado Nueva Esparta, región insular de Venezuela, siempre hará alguna referencia al agua, no solo por ser el elemento natural que le rodea, sino porque sus pobladores han tenido que vivir a merced de una escasez que habla muy mal del cumplimiento de un derecho humano universal
Por Ana Carolina Arias
El 28 de julio de 2010 la Asamblea General de las Naciones Unidas reconoció explícitamente el derecho humano al agua y al saneamiento, calificando el acceso y garantía de ambos, como esenciales para el cumplimiento de todos los derechos humanos.
En el estado Nueva Esparta tal Resolución es teoría. Sus pobladores dan cuenta de ciclos de servicio de hasta 40 días, en poblaciones más alejadas de la ciudad suman años sin recibir agua por tuberías y en espacios geográficos más vulnerables, entre ellos la isla de Coche, usan agua de mar, de lluvia y hasta de aires acondicionados, para cubrir algunas necesidades.
Sin fuentes no hay paraíso
La realidad geográfica de Nueva Esparta es importante, en el marco de las explicaciones a la carencia de agua para el consumo humano. El suministro se inicia en los estados Sucre y Anzoátegui. A través de un sistema submarino desde los embalses Clavellinos y Turimiquire, llega a la isla de Margarita y con una bifurcación a la isla de Coche. La isla de Cubagua carece de abastecimiento directo.
Después de la inauguración de esta importante obra de ingeniería, en 1960 durante el mandato del presidente Rómulo Betancourt, que recorre más de 50 kilómetros entre tierra y mar, prácticamente la siguiente más grande inversión se hizo en el año 2004 y concluyó en el año 2008: la construcción del acueducto Luisa Cáceres de Arismendi, una tubería de 90 kilómetros paralela al viejo sistema de Clavellinos. Inició sin embargo, sin completar las obras en tierra firme, ni instalar el tramo submarino que financiaría un convenio de cooperación con Irán. Además se desechó el plan complementario de recuperación del sistema de tuberías de distribución interna.
Esta condición ha llevado a que la continuidad del suministro de agua en la isla de Margarita, una característica fundamental para un servicio vital, haya sido desde siempre interrumpida; pero el problema no es ese, sino el creciente deterioro del servicio mostrado en extensos ciclos de abastecimiento, y con condiciones técnicas, como presión, calidad, cantidad, nada favorables.
La ingeniera Beatriz Avila, quien dirigió la hidrológica, Hidrocaribe, en el estado Nueva Esparta, desde el año 2000 hasta el 2009, afirma que reducir los ciclos de agua requiere de un proyecto integral técnico, económico y social, pues debe incluir a la gente para desarrollar una cultura de consumo.
“De hecho estuvo planteado en el año 1999 con proyección a 20 años, pero prácticamente solo llegó a implementarse lo asociado al aspecto organizacional y comercial, es decir, precisamente la parte técnica quedó a medias”.
La ingeniera explica que era lógico que con el pasar de los años los problemas crecieran como una bola de nieve, con consecuencias negativas directas para la población, y sentidas tanto en la cantidad como en la calidad del producto.
Respecto a esto último, afirma que se ha vuelto recurrente que el tratamiento de agua sea deficiente. Se percibe a simple vista la falta de aplicación de Sulfato de aluminio, químico que procura la cristalinidad al unir las partículas dispersas, y por eso los siguientes pasos del proceso de potabilización, incluso de cloración, van fallando y resulta en un agua altamente turbia, que aun hirviéndola, no pierde esa condición. “Es un agua que no cumple con las nomas físicas y organolépticas estipuladas, y por tanto son un riesgo para la salud de los consumidores, con mayor peligro en niños y adultos mayores”.
El peso lo cargan los pobladores
El significado del deterioro del servicio de agua, está cada vez más a la vista. A diario, en cualquier municipio, es común ver personas, hombres, mujeres, niños, ancianos, caminando con carretillas, y adentro todo tipo de contenedores de agua; o llenando envases en tuberías improvisadas que por desperfecto fugan el líquido. Hasta bañarse en la vía pública es parte de las imágenes que dan cuenta de la realidad,
Ana Alfonzo, habitante en el sector Playa Bella Vista, Municipio Mariño, cuenta que después de un día y medio con agua pasan por lo menos 45 días hasta que regresa el líquido a su hogar, En ese lapso va un día por medio a cargar pimpinas a una toma, aunque no siempre el agua es limpia. “A veces tiene un color feo pero asimismo hay que agarrarla, y cuando mucho hervirla, porque la niña y el hombre se han enfermado de diarrea”
Por lo menos 21 días repite la ruta, y cuando ni siquiera allí consiguen, sacan agua del mar, al menos para el baño, pero el limo tapa las cañerías y les resulta otro problema.
Otra historia cuenta Lisbeth Urbano, ama de casa, residente en el sector Atamo Sur, municipio Arismendi, quien hasta se arriesgó a protestar en la calle porque después de 68 días sin servicio de agua, la hidrológica abrió el ciclo un solo día. “En esta comunidad tenemos personas enfermas, cómo hacemos para cuidarnos de la pandemia”, se pregunta y reprocha que las soluciones inmediatas que les ofrecen, camiones cisternas, se opaquen por la exclusión, “le llevaron agua solo a algunos en la calle principal, parece que los escogieran”.
Pero también, más de tres kilómetros recorre, Alicia Marín, de 65 años de edad, para llenar botellones de agua y llevarlos hasta su casa en un carrito de supermercado por plena carretera.”Tooodos los días tengo que hacer esto”, remarca, “de mes a mes”, y ratifica que la situación ha empeorado porque su recuerdo es que recibían agua cada 3 días, luego cada 8, pero desde hace unos años hasta dos meses. “Lo que pido a las autoridades es que se compadezcan de nosotros, que vivimos una crítica situación con los niños y las enfermedades típicas de la falta de agua”.
No es uno, son varios derechos
De acuerdo a la realidad que exponen los pobladores de Nueva Esparta, que no solo se recoge en comunidades vulnerables sino que generaliza a todos los estratos sociales, solo que algunos tercerizan la búsqueda del agua y compran camiones cisternas, al negado derecho de acceso a agua limpia de manera permanente, le sigue el derecho a la salud, al verse en debilidad como consecuencia.
La situación de pandemia ha acrecentado los riesgos, porque el agua es primordial para la prevención, y así lo han advertido los especialistas en el área de salud.
El Presidente del Colegio de Médicos del estado Nueva Esparta, José Antonio Narváez, se pronunció sobre la importancia de revisar muy bien las condiciones de la vuelta a clases presencial porque la situación de servicios en la región es realmente precaria, y además de la vacunación, que apenas comienza en la población infantil, la higiene permanente es la principal vía para frenar la cadena de contagio, y muchas escuelas carecen de abastecimiento permanente de agua.
“La disponibilidad y el acceso a los servicios de agua, saneamiento e higiene (WASH) es fundamental para luchar contra el virus y preservar la salud y el bienestar de millones de personas”, es el planteamiento de las Naciones Unidas en apoyo a la Organización Mundial de la Salud.
No hay plan
Aún con este panorama tan adverso para la población, sin distingo de género, clase, ni prácticamente ubicación geográfica dentro del Estado, no hay a la fecha un plan maestro para las mejoras del sistema hidráulico, aunque la promesa es parte permanente del discurso político.
En abril pasado el representante del Gobierno regional en Nueva Esparta, diputado Dante Rivas, aseguró que trabajaban para que “el ciclo del agua pasará de 45 a 20 días en dos meses”, sin embargo a 5 meses del anuncio los ciclos no solo se mantiene en más de 30 días, sino que habitantes han protestado porque suman hasta más de 60 días sin agua.
Para algunos, hasta el derecho a la información se vulnera en relación al agua, pues hay que esperar cada mes que la hidrológica publique en redes el cronograma de agua para que cada comunidad sepa cuándo recibirá el servicio.
Las alternativas que se han planteado, como plantas desalinizadoras, no han tenido resultado positivo, por la falta de mantenimiento y la oferta es muy baja para los costos de producción.
En tal sentido, la mayor incongruencia de la región es vivir sin agua, aun rodeada de agua.