Lunes, 10 de agosto, 2020
Hernandez, Jhosgreisy
Todo niño, niña y adolescente tiene derecho a la salud, la alimentación, la educación y una vida digna, pero estos principios establecidos en la Declaración Universal de los Derechos Humanos y respaldados en la Constitución y leyes de Venezuela se dejan a un lado diariamente cuando el Estado no asegura las condiciones mínimas de subsistencia
El sueño de Peter Pan era siempre ser un niño, pero en Venezuela esta etapa que antes significaba juegos y aventuras se ha convertido para muchos en lo contrario a la alegría.
En un país que cerró el año 2019 con una inflación de 9.585,5%, de acuerdo a cifras publicadas por el Banco Central de Venezuela (BCV), es normal observar a infantes vendiendo dulces o pidiendo dinero para costear comida, algunos de ellos hacen esto todo el día y otros después de clases, algunos acompañados de sus progenitores y otros a solas, pero todos comparten una misma razón: la necesidad.
Todo niño, niña y adolescente tiene derecho a la salud, la alimentación, la educación y una vida digna, pero estos principios establecidos en la Declaración Universal de los Derechos Humanos y respaldados en la Constitución y leyes de Venezuela se dejan a un lado diariamente cuando el Estado no asegura las condiciones mínimas de subsistencia y la calle se convierte en la mejor alternativa para conseguir el pan de cada día.
UNICEF calcula que 151,6 millones de niños y niñas son víctimas del trabajo infantil, ellos se encuentran en todas partes, pero son invisibles para muchos, aunque se encuentren diariamente en las vías pidiendo una colaboración, en los semáforos limpiando los vidrios de un carro, en el metro vendiendo dulces o acompañando a sus padres para poder contribuir de alguna forma.
El artículo 100 de la Ley Orgánica para la Protección de Niños, Niñas y Adolescentes establece que “se reconoce a los y las adolescentes, a partir de los 14 años de edad, el derecho a celebrar actos y convenciones colectivas relacionados con su actividad laboral y económica¨, la realidad del caso es que diariamente se pueden observar a trabajadores muchos más jóvenes en locales y en la calle.
La situación actual los empuja a ser parte de aquellos que se alejan de la formación escolar, dejando en evidencia la violación del derecho a la educación. A este problema se le puede sumar muchas veces el abandono de sus padres para buscar un mejor futuro fuera de las fronteras del país, el peligro de ser tomados como objetos de violencia sexual, ser enlistados por bandas delictivas, enfermarse o morir de hambre.
Para los niños, no hay tiempo de pensar en la inseguridad y el peligro cuando la necesidad reclama ser atendida y sus posibles devastaciones se encuentran latentes mientras el Estado los ignora.
Por: Jhosgreisy Hernández.
Artículo publicado originalmente en El Candelazo.