Viernes, 15 de noviembre, 2019
Marcos David Valverde
Ciudad Guayana. - Los habitantes del estado Bolívar han sufrido por años la ausencia de políticas públicas que garanticen efectivamente el disfrute continuo de los servicios básicos. Los cortes eléctricos y del suministro del agua potable se hicieron una mala costumbre que nunca se atendió, después falló otro servicio que empeoró la situación: la escasez de gasolina.
¿Hay una fecha que se pueda señalar? Sí: 21 de abril de 2019. El lunes después de la Semana Santa. No es una fecha que marque, apelando a un lugar común, un antes y un después en torno de una crisis. Pues la crisis ya estaba. Pero sí fue la fecha a partir de la cual todos los factores que visibilizan esa crisis quedaron en un segundo plano y se movieron a las estaciones de servicio del estado Bolívar.
A partir de ese día de abril, los habitantes del estado fronterizo en el sur de Venezuela deben estar horas y, más recientemente, días para algo tan cotidiano como llenar el tanque de gasolina del carro.
¿Por qué no es un antes y un después? En el estado Bolívar esta no es la primera crisis que hay al respecto. A finales de 2016, cuando Nicolás Maduro prohibió la circulación del billete de 100 bolívares (una medida que generó saqueos en varias ciudades y pueblos de la región), los bolivarenses vivieron algo similar: las protestas y los toques de queda impidieron la entrada de las gandolas de gasolina. Entonces había que estar varias horas en una cola por gasolina.
No era, entonces, una crisis, sino la cotidianidad. Es eso lo que se vive hoy en todo el estado. Hasta ahora no ha habido una explicación estatal al respecto.
La vida de Ana Milena Castillo, de 43 años, ha cambiado desde hace nueve semanas. Sus rutinas se han trastocado. Su cotidianidad, distorsionado. Uno de los momentos más “absurdos”, como lo define ella misma, ocurrió entre el martes 11 y el viernes 14 de junio: todos esos días estuvo en una cola por gasolina.
Esa semana se implementó el plan anunciado por el gobernante regional, Justo Noguera Pietri, de vender gasolina de acuerdo con los números terminales de placas: los pares, lunes, miércoles y viernes. Los impares, martes jueves y sábado.
A ella le tocaba el miércoles 12. Por eso se metió en la cola de una estación de servicio desde el martes 11. Pero al día siguiente, cuando la cola avanzaba, le dieron la noticia: la gasolina se había terminado. No se amilanó y decidió, entonces, quedarse hasta el viernes 14 en la cola. Ese día, a las 10 de la mañana, pudo comprar gasolina: solo 30 litros.
“Esto es horrible. El viernes, después de que pudimos echar gasolina al mediodía, tuve una sensación de ansiedad de salir corriendo. Uno queda así como que ya se acabó todo pero también con la impresión de que te van a quitar el puesto. Es algo absurdo, pero esos cuatro días, dejas tu casa, las mascotas… todo. Fue bastante traumático: el sol la lluvia, el calor. Gastar tus días para echar gasolina. Es no dormir a la hora que es, es no limpiar, es comer mal, es bañarse a deshoras porque estás todo el día en la fila. Y al final te ponen solo 30 litros de gasolina, que no duran nada”, lamenta
Una de sus hijas, Camila, la acompañó en el transcurso de esos días. “Fue horrible e incómodo. Estar allí sin tener un baño, sin poder comer bien, con las moscas entrando en los carros. Ahora nos la pensamos para salir porque no queremos gastar gasolina”, dice.
En vista del fracaso de ese plan para controlar el desorden en el que se han convertido las estaciones de servicio y sus alrededores (algunas mediciones detallan que hay colas de más de dos kilómetros), Noguera anunció dos nuevos planes: el primero de ellos fue la prohibición de las colas entre las 6:00 de la tarde y las 4:00 de la madrugada. La segunda fue la venta de gasolina también por los números terminales de las placas pero ya no con la modalidad de pares e impares. Ahora es del 0 al 3 los lunes y los jueves; del 4 al 6, los martes y viernes; del 7 al 9, los miércoles y sábados. Todo ha sido igual. Por eso, quienes no conciben la idea de pasar tres días en una cola han optado por recurrir a los revendedores, quienes cobran un dólar por cada litro de gasolina. Rosa Peñalver ha preferido pagar eso y sacrificar algunos gastos, como el de la comida.
Algunos prefieren no sacrificar la comida. Como Josefina Hernández, de 69 años y habitante de San Félix, quien a pesar de sus cálculos renales y de sus picos de tensión estuvo dos días en la fila:
“Me metí el lunes, a las 5:00 de la mañana, y eché gasolina el miércoles a las 10:00 de la mañana. ¿Cómo hice? Me hice amiga de cuatro tipos allí, les ofrecí comida, me cuidaban el puesto, me veían el carro. Les llevaba café y agua y ellos, encantados de la vida, me cuidaban el puesto. Después, estuve todo el día en la cama, estropeada”.
Luego de nueve semanas en crisis, con las estaciones de servicio militarizadas y con asomos de represión no hay indicios de que las colas por gasolina van a terminar.
“Una noche, la policía llegó y quería desalojarnos de la cola. Nos plantamos, hubo un forcejeo y ellos amenazaron con llevarse remolcados los carros. Le dijimos que iban a tener que llevarse 200 carros y fue así como nos dejaron tranquilos”, narra Carlos Ortiz, un profesor universitario que estuvo cuatro días en cola.
En el estado Bolívar, en la penúltima semana de junio, muchos esperan solo por el fin del año escolar para tener la certeza de que, al menos, no tendrán que gastar gasolina para llevar a los niños a las escuelas.
Otros miran con cierta envidia otros estados no afectados por la escasez de combustible. Pero recuerdan que acá no hay apagones. O no hay tantos. Como sí los hay en otras regiones.
Se resignan entonces a pensar que es la cuota que debe pagar el estado Bolívar. Y se resignan, también pensando, que no hay solución: la industria petrolera venezolana no garantiza soluciones. Las autoridades nacionales y estatales no garantizan soluciones. Cada quien, entonces, procura solucionar sus días. Es la era de la sobrevivencia en Venezuela.