Miércoles, 20 de junio, 2018
Alvarenga, Luis Miguel
Ana Margarita y Elena fundamentan su labor de activismo con la Fundación Reflejos en la necesidad de generar cambios desde el punto de vista constructivista, sin generar confrontación. ¿El objetivo? Generar conciencia en las personas sobre la igualdad de derechos para todas y todos
Ser una pareja con más de tres décadas de relación es una muestra de lo comprometidas que pueden estar dos personas en construir un proyecto de vida. Sin embargo, cuando está conformada por personas del mismo sexo, esta tiene el añadido de ser un reflejo de valentía y coraje frente a los prejuicios contra las personas LGBTI.
Ese es el caso de Elena Hernáiz y Ana Margarita Rojas, dos mujeres que comparten un proyecto de vida que trasciende las paredes de su vivienda, buscando generar transformaciones, a través de la Fundación Reflejos, en una sociedad llena de tabúes y en donde la emergencia humanitaria, además de invisibilizar los derechos de las personas LGBTI, acentúa la grave situación que también atraviesan.
Pese a que en Venezuela no hay legislaciones que protejan a las parejas homosexuales, ni mucho menos a las familias homoparentales, ambas mujeres no se han detenido por ello.
“Yo soy Elena Hernáiz y en principio yo soy hija, para pasar después a ser madre y ahora, por supuesto, esposa de mi señora. ¿Cómo la llamo? Pues esposa, sería absurdo que después de hacer esponsales, que es una promesa entre dos personas que se aman, ahora la llame de otra forma”, manifiesta la defensora de derechos humanos.
Por su parte, Rojas indica que pese a que es cierto que en Venezuela no está permitido el matrimonio para parejas homosexuales, ambas tienen una serie de poderes legales que avalan sus acciones en conjunto. “Más allá de eso, nos avala nuestra visibilidad, nuestro quehacer diario, la sociedad, que somos reconocidas como pareja”.
Hernáiz es psicóloga de profesión y Rojas pedagoga musical, ambas conviven diariamente con su hijo, Javier Eduardo, quien desde muy pequeño supo la verdad de que tendría dos madres.
“Éramos visibles como pareja y reconocidas por nuestro entorno, por criar a Javier en la verdad, pero antes no hacíamos activismo ni estábamos involucradas en organizaciones LGBTI, sino con voluntariados ambientales y de múltiples focos”, relata Hernáiz sobre cómo ha sido su convivir con su entorno social, teniendo un hijo y siendo parte de una pareja homoparental, pese a que Javier tiene padre biológico con quien no vive.
“Decirle a nuestro hijo que éramos pareja fue básico e importante para reforzar los lazos de la familia y educarlo en la verdad. De hecho, hay más miedo cuando no se habla con la verdad”, sentencia Hernáiz.
Recuerda con alegría cómo Javier Eduardo ha asumido con naturalidad la conformación de su familia, los roles que cada uno asume y las normas que rigen dentro del hogar.
“A Javier le han hecho miles de preguntas y él las responde tal como las siente. Jamás le hemos corregido la forma como nos ve. Siempre he visto que para él su mamá es su mamá, y Ana María es su mamá también”, explica Hernáiz.
Tabú tropical
Por otra parte, los recuerdos de los momentos incómodos y tensos se mezclan con un poco de humor, proporcionado por la conciencia de saber los cambios generados al dar el paso de ser visibles, de hacerse respetar y nunca esconderse para vivir como se quiere.
“Nosotras pasamos a ser para muchas personas el enemigo en casa. Por ejemplo, mi madre decía que el ‘marico’ ajeno siempre es bello, el problema es cuando es el tuyo”, recuerda Rojas.
La discriminación por parte de sus propios familiares no se hizo esperar cuando decidieron expresar su relación de forma pública. Invitaciones a reuniones familiares, visitas y paseos estuvieron vetadas para la pareja de venezolanas, ya que el reconocimiento de sus grupos cercanos solo se permitía si se hacía en privado.
“Yo acepto que seas lesbiana, pero que lo hagas público es el problema porque eres mi hermana”, fue una de las tantas frases que sus familiares le decían a Hernáiz hace décadas, cuando el tabú y la homofobia se juntaban en los hogares venezolanos, pese a que la sociedad es mucho más abierta si se compara con otras en donde la homosexualidad es causa de muerte.
Sin embargo, poco a poco, con paciencia y dando el ejemplo, fueron haciendo que los prejuicios de las personas cambiaran, que comprendieran con la propia experiencia que no hay nada distinto en dos mujeres que se aman entre sí.
“Nosotras hemos ido por la calle agarradas de manos por años. Ha habido caras molestas y tranquilas. Nosotras vamos de la mano porque nos gusta, porque es una forma de hacernos respetar como esposas, pero no nos han lapidado ni se nos han tirado encima. Sin embargo, sabemos que si dos hombres caminan agarrados de las manos la situación pudiera ser otra”, enfatiza Rojas.
Por ello, se han dedicado desde hace varios años a ser referentes para el cambio social que se necesita para integrar como personas comunes a quienes conforman la comunidad LGBTI.
Activismo para todxs por igual
Las acciones a favor de los derechos de las personas LGBTI no solo se han enfocado hacia los cambios legislativos, como pedir la aprobación del matrimonio igualitario, la adopción para parejas homosexuales y, sobre todo en países con políticas más represivas, la despenalización del propio hecho de ser lesbiana, gay, bisexual o transexual.
Ana Margarita y Elena fundamentan su labor de activismo con la Fundación Reflejos en la necesidad de generar cambios desde el punto de vista constructivista, sin generar confrontación. ¿El objetivo? Generar conciencia en las personas sobre la igualdad de derechos para todas y todos, y en especial para hacer entender que las personas LGBTI no son distintas, por lo que no deben ser tratadas diferente.
“Nosotras preferimos ser constructivistas y positivistas. A lo mejor es un poco más lento, pero es el que da más satisfacción”, explica Hernáiz, que luego es complementada por Rojas al destacar que su labor busca ser multiplicadora, porque está relacionada a las experiencias de vida de cada individuo, no solo a la teoría jurídica.
Uno de los ejemplos que toman para llevar su mensaje es su propia construcción de vida como pareja, familia y personas, ya que esta va más allá del propio ámbito de la sexualidad, porque incluye el hecho de vivir día a día como ciudadanas, formar a su hijo para que viva a plenitud, sin prejuicios y siempre cumpliendo sus deberes para luego exigir sus derechos.