Miércoles, 07 de marzo, 2018
Mata Carnevali, María Gabriela
¿Quién pone en duda la urgencia que sigue siendo el feminismo? Falta muchísimo de todo lo que nos hemos propuesto.
¿Vivir como feminista?
¿De qué otro modo puede uno vivir, escribir, pensar?
Angeles Mastreta
Otro 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer. Suele pasar como si nada. Algunas felicitaciones de gente sensible, casi siempre de otras mujeres. Una que otra nota de prensa. Una que otra alusión en un programa de radio o televisión. Y millones de nuestras congéneres en el país y el mundo todavía padecen de discriminación a causa de su género. Y lo que es peor, se sienten ellas mismas inferiores a causa de su género. Valga pues la oportunidad para recordar y recordarnos la urgencia que sigue siendo el feminismo.
Falta muchísimo de todo lo que nos hemos propuesto.
En pleno siglo XXI la mujer continúa siendo víctima de otros y de sí misma. Cuando se analizan estos temas en el ámbito internacional, siempre se menciona en primer lugar la posición de la mujer dentro del Islam, considerada una religión retardataria en este aspecto; pero sería un error imperdonable caer en ese tipo de prejuicio producto de un orientalismo poco crítico.
Desde el punto de vista del discurso feminista islámico, las fuentes del Islam son incluso promotoras de la igualdad de género. Sin embargo, el mensaje de la equidad entre hombres y mujeres ha sido opacado por la interpretación predominantemente masculina que se ha hecho de las fuentes. Por eso, las propuestas de los movimientos feministas islámicos establecen tres ejes de acción urgentes: la re-lectura de las fuentes sagradas, la historicidad de las fuentes y la clara demarcación de lo permanente y lo temporal del discurso sagrado.
En todo caso, la violencia en contra de la mujer no es exclusiva de la cultura musulmana. La mayoría de los abortos en el mundo son de niñas. Si las dejan nacer, no siempre pueden ir a la escuela. La costumbre dice que han de quedarse en casa para ayudar a criar a sus hermanitos ¿Para qué le serviría si su futuro es casarse más temprano que tarde, a veces antes de los 15? Por otra parte, se estima que el 35 por ciento de las mujeres en el mundo han sufrido violencia física y/o sexual por parte de su compañero sentimental o violencia sexual por parte de una persona distinta a su compañero sentimental en algún momento de su vida. Una de cada seis es víctima de violación en los países industrializados. Y se sabe que la participación femenina en la vida pública sigue siendo minoritaria. Las mujeres tenemos acceso limitado a posiciones de influencia y poder y en no pocos casos obtenemos menores ingresos que los hombres desempeñando el mismo trabajo.
Otra forma particular de violencia es la que se ejerce sobre las mujeres durante los conflictos armados. Las mujeres y sus hijos son las principales víctimas de la guerra, no sólo por el maltrato físico del que pueden llegar a ser objeto, sino porque la mayoría de las veces se ven obligadas a dejar sus hogares en condiciones muy precarias. Setenta por ciento de los refugiados en el mundo son mujeres.
Todas las formas de violencia contra la mujer constituyen violaciones a los derechos humanos y hay que luchar por superarlas. Por lo tanto, vivir como feminista no es una alternativa, es una necesidad ¿De qué otro modo puede una vivir, escribir, pensar?
Debemos presionar para que se refuercen en las legislaciones nacionales, sanciones penales, civiles, laborales y administrativas para castigar la violencia contra las mujeres en los ámbitos público y privado, y promover campañas dirigidas a cambiar las mentalidades que fomentan tanto el abuso como la sumisión.
Como dijo Koffi Annan, Ex Secretario General de la ONU en uno de sus mensajes un 8 de marzo:
“Los derechos humanos no son algo que se pueda dar o quitar por los gobiernos como si se tratara de un subsidio. No son algo que tenga que ser explicado para cada cultura en forma específica. Son, simple y llanamente, intrínsicos a la humanidad”.
La primera batalla tenemos que ganarla dentro de nosotras mismas. Nadie puede hacerte sentir inferior sin tu consentimiento.