Viernes, 14 de febrero, 2020

Desde diciembre de 2019, Boko Haram lleva a cabo cada vez más ataques en el nordeste de Nigeria, sobre todo en la importante carretera que une Maiduguri y Damaturu, las capitales de los estados de Borno y Damaturu


“Las fuerzas armadas nigerianas han incendiado y causado el desplazamiento forzoso de aldeas enteras como respuesta a una reciente escalada de los ataques del grupo armado Boko Haram”, ha declarado hoy Amnistía Internacional, basándose en entrevistas con personas afectadas del estado de Borno y en análisis de datos satelitales.

Además, los militares detuvieron arbitrariamente a seis hombres de las aldeas desplazadas, continuando una constante de violaciones de derechos que Amnistía Internacional ha documentado en los diez años de conflicto armado en el nordeste del país. Los hombres estuvieron incomunicados casi un mes y fueron sometidos a malos tratos antes de ser liberados el 30 de enero de 2020.

“Estos flagrantes actos en los que se han arrasado aldeas enteras, se han destruido deliberadamente viviendas civiles y se ha desplazado por la fuerza a sus habitantes sin que hubiera razones militares imperativas deben ser investigados como posibles crímenes de guerra”, dijo Osai Ojigho, directora de Amnistía Internacional Nigeria.

“Repiten una antigua constante en la que las fuerzas armadas nigerianas emplean tácticas brutales contra la población civil. Las fuerzas supuestamente responsables de estas violaciones de derechos deben ser suspendidas de inmediato y responder ante la justicia de sus actos”.
 
Tácticas ilegítimas
 
Desde diciembre de 2019, Boko Haram lleva a cabo cada vez más ataques en el nordeste de Nigeria, sobre todo en la importante carretera que une Maiduguri y Damaturu, las capitales de los estados de Borno y Damaturu. Una reciente visita de investigación de Amnistía Internacional al estado de Borno muestra que, en respuesta a los ataques, las fuerzas armadas nigerianas han recurrido a tácticas ilegítimas que han tenido un efecto devastador en la población civil y podrían constituir crímenes de guerra.
 
Amnistía Internacional entrevistó a 12 mujeres y hombres que, el 3 y el 4 de enero de 2020, tuvieron que huir de sus casas, en tres aldeas situadas cerca de la carretera Maiduguri-Damaturu, entre Jakana y Mainok, en el estado de Borno. La organización también analizó datos sobre incendios obtenidos mediante teledetección por satélite que indican que en esa zona hubo varios grandes incendios en torno al 3 de enero. Las imágenes satelitales de Bukarti, Ngariri y Matiri muestran que quedaron arrasadas casi todas las estructuras. También muestran signos de incendios en aldeas vecinas.
 
Residentes de Bukarti contaron de forma coherente a Amnistía Internacional que habían llegado decenas de soldados nigerianos a última hora de la mañana del viernes 3 de enero. Dijeron que los soldados fueron casa por casa y a las tierras de cultivo de los alrededores, obligando a todo el mundo a reunirse bajo un árbol y junto a un cementerio situado entre Bukarti y la carretera principal. Los soldados también detuvieron a personas de la aldea vecina de Matiri y las llevaron a la misma zona.
 
Aldeas incendiadas
Hacia las 3 de la tarde del 3 de enero, los soldados ordenaron a todo el mundo que caminara hacia la carretera principal, donde obligaron a todos a subir a grandes camiones. Según testigos, mientras subían a los camiones, algunos de los soldados regresaron a Bukarti. Los testigos vieron después su aldea en llamas.
“Vimos nuestras casas incendiarse”, recordó una mujer de unos 70 años de Bukarti. “Todos nos echamos a llorar”.

Después, los camiones se llevaron a más de 400 mujeres, hombres, niños y niñas desde Bukarti y Matiri hasta un campo para personas desplazadas cerca de Maiduguri.

Según tres residentes de Ngariri, al día siguiente, 4 de enero, los soldados fueron a Ngariri, una aldea situada enfrente de Bukarti, al otro lado de la carretera principal. Los soldados reunieron sobre todo a las mujeres y hombres de más edad, pues las personas adultas jóvenes ya habían huido a las tierras de cultivo de alrededor, y las obligaron a subir a un camión que las condujo a Maiduguri. Después arrasaron Ngariri.

Algunas personas que regresaron para comprobar cómo estaban Bukarti y Ngariri dijeron a Amnistía Internacional que habían quemado todo. Las imágenes satelitales corroboran que ambas aldeas fueron incendiadas a principios de enero.

Testigos entrevistados por Amnistía Internacional dijeron que no pudieron llevarse consigo sus pertenencias, por lo que lo habían perdido todo: sus casas, sus joyas, su ropa y, lo más devastador, las cosechas que habían guardado tras la recolección.

“Todo lo que cosechamos quedó destruido y algunos de nuestros animales murieron”, dijo un agricultor de unos 60 años. “Tenía un año [de cosecha] almacenado; es lo que habría vendido para comprar ropa y otras cosas para mi familia”.

“Quemaron todo, incluso nuestra comida; podía haber servido para alimentar [a mi familia] dos años”, dijo otro hombre de unos 30 años, que volvió semanas después para ver la destrucción. “Nuestra ropa, nuestra comida, nuestras cosechas, nuestros hervidores. Hasta la carretilla que usábamos para traer agua. Solo quedan los platos de metal, todo lo demás está quemado”.

Ordenar el desplazamiento de los habitantes de estas aldeas cuando no había motivos de seguridad o razones militares imperativas constituye un crimen de guerra. El incendio posterior de sus casas podría constituir también un crimen de guerra.

Detención arbitraria, tortura y otros malos tratos
 
El 3 de enero, cuando los militares vaciaban Bukarti y Matiri y llevaban a la gente a los camiones, separaron a seis varones más jóvenes y les vendaron los ojos, según testimonios de familiares de dos de ellos y otros testigos, que dijeron que los soldados no los escogieron por su nombre ni parecían estar buscando a nadie concreto. Cuatro testigos dijeron que creían que fue porque esos hombres más jóvenes tenían teléfonos móviles. 
 
Los soldados golpearon al menos a algunos de los hombres con grandes palos y los introdujeron en vehículos militares. Los militares mantuvieron a los hombres en régimen de incomunicación casi un mes; ni sus familiares ni los dirigentes de la aldea pudieron determinar dónde estaban recluidos. Los seis fueron puestos en libertad el 30 de enero. No se los acusa de ningún delito.
 
Dos de los detenidos dijeron a Amnistía Internacional que, como tenían los ojos vendados hasta que llegaron a su celda, no supieron dónde habían estado recluidos hasta que salieron en libertad, cuando vieron que era el cuartel militar de Maimalari, en Maiduguri. Dijeron que estaban encadenados por parejas y que, salvo un día, que fueron interrogados, nunca salieron de la celda. Sólo les daban comida una vez al día.
“No teníamos comida”, dijo un exdetenido. “La gente allí tiene hambre. Era horrible”.
A lo largo del conflicto entre las fuerzas armadas nigerianas y Boko Haram, Amnistía Internacional ha documentado casos de reclusión arbitraria prolongada a manos de las fuerzas armadas. Los soldados también sometieron a hombres, mujeres y niños y niñas detenidos a tortura y otros malos tratos, lo que vulnera tanto el derecho internacional de los derechos humanos como el derecho internacional humanitario.
“Dicen que nos salvaron de Boko Haram, pero es mentira”.
Según las declaraciones del ejército nigeriano, de las que se han eco los medios de comunicación, soldados de las brigadas 5 y 29, junto con el Batallón de Intervención Especial 2, realizaron las operaciones entre Jakana y Mainok el 3 de enero. El ejército dijo que había detenido a seis “sospechosos” y “rescatado [...] a 461 personas cautivas de Boko Haram” de varias aldeas, Bukarti y Matiri incluidas. 
 
Testigos entrevistados por Amnistía Internacional dijeron que Boko Haram no había estado en su aldea y que se sentían mucho más a salvo en su aldea que en el campo para personas desplazadas al que los había llevado el ejército. “Dicen que nos salvaron de Boko Haram, pero es mentira”, dijo un hombre de unos 65 años. “Boko Haram no viene a nuestra aldea”.
 
“Si Boko Haram hubiera visitado nuestra aldea, ¿tendríamos nuestros animales, nuestra cosecha, creen que no se lo habrían llevado?”, dijo otra mujer de más edad de Bukarti. “Los chicos [de Boko Haram] no están cerca de nosotros”.
 
Varias personas residentes de Bukarti y Ngariri dijeron que su aldea estaba tan cerca de la carretera principal que no era creíble pensar que Boko Haram tuviera una base allí. Dijeron que los soldados nigerianos iban periódicamente a la zona y hablaban a menudo con los dirigentes de la aldea.
 
Cuatro testigos contaron a Amnistía Internacional que los soldados nigerianos hicieron fotos a los lugareños caminando hacia los camiones para que pareciera que los militares los habían “salvado”.
“El gobierno nigeriano no debe barrer estas violaciones de derechos bajo la alfombra. Deben ser investigadas, y los presuntos perpetradores deben ser enjuiciados. Además, deben tomar las medidas necesarias para garantizar que las operaciones militares no provocan el desplazamiento forzoso de la población civil”, concluyó Osai Ojigho.
Aumentan los ataques de Boko Haram
Las operaciones militares se producen en medio de un aumento de la actividad de Boko Haram en las zonas a lo largo de la carretera carretera que une Maiduguri y Damaturu. El pasado 10 de febrero, en su ataque más mortífero desde principios de año, parece ser que Boko Haram mató a 30 automovilistas cerca del pueblo de Auno. Fue el sexto ataque del grupo armado contra Auno en 10 meses, lo que demuestra su desprecio por la inviolabilidad de la vida humana, y pone de manifiesto el creciente peligro para los civiles que viven a lo largo de esta ruta vital que conecta el estado de Borno con el resto de Nigeria