Miércoles, 21 de marzo, 2018
Alvarenga, Luis Miguel
Amnistía Internacional Venezuela ha documentado que las inundaciones con aguas negras se han producido al sur de Maracay desde hace años, sin que las autoridades tomen medidas que solucionen definitivamente el grave problema que afecta la salud de miles de personas
El Lago de Valencia sigue subiendo su nivel y el muro de contención que lo separa de miles de familias que viven a su alrededor está a punto de ceder, restando solo 2 metros de altura para que colapse. Los drenajes continúan colapsados y el desbordamiento de aguas contaminadas sigue ocurriendo dentro y fuera de las viviendas. El más reciente sucedió el pasado mes de febrero, cuando los aguaceros llegaron.
Los vecinos denuncian que llevan años sufriendo desbordamientos y la insoportable contaminación que trae consigo, mientras las autoridades continúan sin ofrecerle medidas efectivas que les garanticen sus derechos a la vida, a la vivienda y a la salud. “Cuando el drenaje colapsa, las aguas negras se devuelven a las casas. Nosotros vivimos con el olor a excremento dentro de nuestros hogares y esto nos está enfermando”, manifestó Dania García, habitante de una de las comunidades afectadas.
La vocera de la urbanización La Esmeralda, Mildred Rojas, manifestó que en un informe levantado en diciembre de 2017 por trabajadores de la empresa pública Hidrocentro, encargada del servicio de agua potable y cloacas, se declara que la zona “ya la arropó el Lago de Valencia”, por lo que “no hay nada que hacer”.
A pesar de que las autoridades reconocen el grave peligro en el que se encuentran miles de personas que viven en varios sectores de Maracay como Aguacatal 1 y 2, no actúan, pudiendo estas comunidades desaparecer, como ya ocurrió con Valle Lindo, Las Corocoras, Las Garcitas, algunas zonas de Brisas del Lago, Las Vegas II, parte de las Vegas I, La Vaquera, Saigón, 4x4, Las Casitas y Platanal.
“Las autoridades no han hecho acto de presencia y cuando han venido ha sido a deshora. No se han reunido con los habitantes de la zona, no nos han planteado ninguna solución. Lo único que se asomó fue la posibilidad de que solo algunos vecinos podrían salir, pero no hay nada seguro”, declaró Rojas a medios locales.[1]
La vocera vecinal señala que desde hace dos meses en una de las calles de la Urbanización La Esmeralda, donde ella habita, y de las manzanas Y y U reposan aguas con excrementos provenientes del caño Colorado y del río Madre Vieja. “Hemos llamado a las autoridades y ellos nos dicen que estemos conscientes que este sector está en el caño y por eso no hay trabajos de envergadura”.
Para quienes se quedan en sus viviendas la situación empeora con el paso de los días, no solo por la permanente inundación de las casas y calles, sino porque la infraestructura existente está colapsando.
“Hay casas se están agrietando, debido a que el terreno está cediendo”, alertó Jesús Heredia, quien ha visto cómo las paredes de su vivienda se quiebran poco a poco.
La también residente del sur de Maracay, Dania García, agregó: todo está minado por debajo con el agua. Aquí el nivel freático está destruyendo las construcciones.
Por su parte, la también afectada Judith Bandes señaló que las autoridades ofrecieron como solución el traslado de los afectados a refugios, pero “ellos mismos han dicho que las condiciones son infrahumanas, que han preferido regresar a sus casas aún teniendo el agua putrefacta dentro. Aunque todavía quedan 1.040 familias en estos sitios.”.
“Le pido a los entes gubernamentales que tomen en cuenta a nuestras comunidades, que nos ayuden a salir de esta crisis que tenemos”, exhortó.
Derecho a la salud no garantizado
Las consecuencias más visibles y directas del problema ambiental en el Lago de Valencia no solo se observan en las calles inundadas y las aguas contaminadas, sino también en la piel, los ojos y las vías respiratorias de los habitantes del sur de Maracay.
“El lugar donde decidimos vivir hasta envejecer paradójicamente nos está matando”, manifestó Marianelly Larez, residente de la urbanización Mata Redonda del estado Aragua, quien padece las consecuencias de la falta de atención de las autoridades a un problema con más de 30 años de existencia.
“Nuestra agua potable está contaminada con una mezcla de excremento, materia orgánica y niveles altos de cloro. Los sistemas están tan colapsados que las aguas negras y fétidas salen a las calles y conviven con nosotros todos los días”.
Larez señala que la solución más efectiva es que las autoridades dirijan las aguas negras hacia plantas de saneamiento, que luego puedan ser utilizadas en cultivos y otros procesos industriales.
En los estados Aragua y Carabobo existían plantas de potabilización y tratamiento de aguas, pero tienen varios años paralizadas e, inclusive, desmanteladas por la falta de seguridad que existe en toda la región.
Mientras las autoridades no reactiven las plantas de tratamiento y no saneen los espacios inundados, los residentes continuarán presentando enfermedades en la piel, problemas respiratorios, infecciones en zonas sensibles del cuerpo (como ojos, boca y partes íntimas), que afectan en mayor gravedad a niñas, niños, jóvenes y personas de la tercera edad.
Algunos residentes señalan que los médicos ya no saben cómo tratar las enfermedades que padecen los habitantes del sur de Maracay, ya que la grave emergencia humanitaria que se vive en Venezuela ha profundizado la escasez de medicamentos de todo tipo.
Leidys Colmenares, residente del sur de Maracay, señaló que “aquí el agua está muy contaminada; hay suficientes casos de niñas y niños que tienen escabiosis. El agua a veces llega a las casas supuestamente limpia, pero hay días que tiene un olor insoportable”.
Un problema de varios años
Amnistía Internacional Venezuela ha documentado que las inundaciones con aguas negras se han producido al sur de Maracay desde hace años, sin que las autoridades tomen medidas que solucionen definitivamente el grave problema que afecta la salud de miles de personas.
Marianellys Nieves, afectada por la situación ambiental en la región, precisó que “antes, en 2010, nosotros podíamos subir a los techos de las casas en caso de que se desbordara el Lago de Valencia, pero ahora la cota está a 4 metros por encima de las casas, porque las autoridades solo subieron el dique que contiene el agua”.
En la actualidad, la cota del Lago de Valencia alcanza los 413.50 metros sobre el nivel del mar (muy alto para la temporada seca del año), mientras que el muro ha sido elevado por segunda vez hasta los 415 metros, es decir, 4 metros más alto que las viviendas. Sin embargo, los expertos indican que para estar seguros las aguas no deben superar los 408 m.s.n.m.[2]
En agosto de 2017 se informó que el presidente del Colegio de Ingenieros del estado Aragua, Marino Azcárate, advirtió que la cota del Lago de Valencia estaba a tan solo 50 centímetros de desbordar el muro de contención que se había construido de forma provisional[3].
El experto recomendó en su momento a las autoridades instalar más plantas de extracción como una medida paliativa de emergencia ante la inminente tragedia que puede ocurrir si se desborda el lago. “Todos los días se extraen al menos 500 millones de litros de aguas, pero se debe extraer el doble de esta cantidad para evitar un desastre”.
El Decreto de Emergencia Presidencial 8.844 de fecha 14 de marzo de 2012, declaró al sur de Maracay como una Zona de Peligro Potencial (ZOPO), instruyendo a las instituciones competentes a que restituyan los cultivos de Alta Demanda de Agua en la cuenca del Lago de Valencia para controlar la cota del mismo. Sin embargo, todavía no se ha hecho efectiva la orden.
El ingeniero y presidente de la organización civil Agua sin Fronteras, Jesús Castillo, recordó que el problema ambiental en el Lago de Valencia, que incluye el aumento de su cota y la grave contaminación que existe en sus aguas, cuencas y tierras aledañas; tiene más de 30 años.
“A pesar de que en 1996 comenzaron obras para el saneamiento del Lago de Valencia y su desembocadura hacia el mar Caribe, los proyectos quedaron a medias y no mitigaron el problema”, recordó.
Castillo subrayó que la situación en el Lago de Valencia es el problema ambiental más grave en toda América Latina, ya que afecta a 900 familias que todavía habitan la zona, luego que otras 12 mil hayan tenido que salir de sus viviendas para evitar más daños a su salud.
“Incluso, estas familias no tienen acceso directo a agua potable, la consumen a través de la compra de botellones de extraña procedencia y a muy altos costos. Se presume que el agua que comercializan en la zona presenta cierto grado de contaminación y no es apta para el consumo humano por, justamente, provenir de manantiales y quebradas donde desembocan aguas servidas”.
Incluso, las familias que permanecen en sus residencias deben sortear los caminos inundados permanentemente con aguas negras, que no han sido saneados por las autoridades pese a las solicitudes hechas.
“El gobierno está esperando que la naturaleza les haga el trabajo sucio, que se venga y así no nos tienen que pagar”, denunció la residente del sur de Maracay, Marianellys Nieves.
Se necesitan soluciones urgentes
Cientos de familias del sur de Maracay viven a la sombra de un desastre inminente: El colapso definitivo de un muro improvisado que represa las contaminadas aguas del Lago de Valencia. De suceder, extensiones residenciales de varios kilómetros se verían violentamente arrasadas.
Desde el año 2012, una sentencia del Tribunal Supremo de Justicia ordenó la evacuación de la zona y el pago de indemnizaciones a 512 familias que habitaban en parte del Estado, sin embargo la puesta en práctica de esta orden fue confusa, ya que las autoridades regionales plantearon la posibilidad de hacer cambios de viviendas, pero luego la corte reiteró que se debía cancelar el costo de las estructuras. Hasta ahora, pocas personas se han visto beneficiadas según denuncian activistas de las comunidades afectadas.
Exige a las autoridades venezolanas atender de inmediato a las comunidades del sur de Maracay afectadas por el crecimiento del Lago de Valencia.